30 abril, 2024

EN LA MORT DE L’ANA ÁLVAREZ, FILLA D’UN GRAN AMIC MEU

+ 26.11.2014 EN LA MORT DE LA FILLA D’UN AMIC, L’ANA ÁLVAREZ

Hemos conocido la triste e inesperada noticia del fallecimiento de Ana en este noviembre otoñal, desapacible y gris.

Se nos ha ido sin avisar, silenciosamente como la lluvia fina que moja las calles de BCN hoy. Y pensando qué podría decir hoy yo de ella, la he encontrado dibujada en mi imaginación:

  • Pletórica de vida,
  • De una exótica belleza eslava,
  • Incansable en sus idas y venidas,
  • Presumida por la exigencia de su edad,
  • Tiernamente enamorada en correspondencia a sus veinteañeros años,
  • Intensamente curiosa por aprender tantas y tantas cosas que quería saber sobre la vida,
  • Firme luchadora contra sus propios fantasmas,
  • Vivaracha por demás,
  • Estudiante ambivalente pero juiciosa,
  • Sincera con el haber de alguna inocente y bendita mentirijilla,
  • Franca en su hablar espontáneo,
  • De carácter fuerte y tierno a la vez,
  • Activa y sorprendente,
  • Atada y libre…

Pero por encima de todo, preciosa y vulnerable chica preocupada por todos, a favor de todos, entregada a todos. Y, como decían los antiguos, se me confirma exactamente todo lo dicho con un ejemplo de muestra. Me quedó grabada en la memoria una anécdota que me contaron de ella de elevados quilates. Efectivamente: En el aeropuerto de Bucarest (en Rumanía) cuando Ana tenía dos años y medio sus padres le compraron una bolsita repleta de caramelos. Qué no hizo ella sino empezar a repartir los caramelos entre la gente que había en la sala de espera del aeropuerto. Y así siguió en vida…, repartiendo cariño, mezclado con lo poco de que disponía que para ella era mucho: un pitillo, una Coca-Cola, una cerveza y, sobre todo, una palabra de amiga, justa y certera, un consejo, una sonrisa, un beso…y a sus padres todo el profundo amor que llevaba escondido.

De pequeñita jugó con mis hijos, alegre y dicharachera, rápida de reflejos y buena amiga. Y a lo largo de muchos años tuve la suerte de encontrarme frecuentemente con ella porque fueron muchas las veces, que ella sabía dónde hallarme mientras yo estaba reunido con su padre. Y, en el encuentro -fuera largo, fuera breve-, nunca dejó de ofrecerme su sonrisa, decirme una palabra amable, algunas veces impregnada de pronta, pero suave ironía y darme espontáneamente uno o dos besos. Cuando llegué el otro día al “Hospital de San Pau”, apenas la muerte acababa de llevársela, la besé profundamente en la frente, para corresponder entre lágrimas, todo el afectoy bonhomía que ella me brindó en vida.

Intuyo que hubiera sido, de no haber finalizado tan prematuramente su aventura personal, otra “mujer fuerte” como nos la describe el Libro de los Proverbios (Pr.31, 10-31), una lectura por demás entrañable, un “compendio descriptivo del buen hacer, del saber estar y del saber convivir”. Y todo ello porque, a pesar de sus buenos momentos de apacible y externa alegría, también el sufrimiento era su cobijo interno. Y ello porque quien bien aprende a sufrir, integra el sufrimiento y lo vence, gana en entereza y en el buen proceder.

La hermana muerte se la ha llevado mucho antes que pudiera adquirir en plenitud, superados todos los escollos, la dignidad y el título de “mujer fuerte”… Pero no importa, porque la lección de su muerte y la donación de sus órganos principales, al seguir viviendo en otros necesitados, llevaran mi intuición a su cumplimiento y siempre querré y podré recordar a Ana como la “mujer fuerte” que ella misma deseaba ser y que ahora, una parte importante de ella misma, vivirá en otras personas anónimas que la llevaran por la vida a la plenitud por ella no totalmente conseguida.

Bien sabemos que en el mar de la vida siempre, y en cualquier momento, puede aparecer el temporal de la muerte. La muerte que es el mayor y el más grande enigma de la vida humana y que se presenta con la disolución certera del cuerpo y el temor angustioso de la desaparición perpetua. Todo ello con el agravante de la semilla de eternidad, sembrada en nuestras vidas, que de ninguna manera acepta esta ruina total y el adiós definitivo que la muerte parece infligir. Por tanto, encontrar una respuesta tranquilizadora ante el tsunami de la muerte no es fácil:

 Las “diversas religiones”, así como las muchas filosofías, han pretendido, con más o menos convicción o acierto, mostrar una respuesta coherente a este enigma recóndito de la condición humana…

 Por otra parte, la “fe cristiana” enseña que la muerte ha sido vencida y que, en una dinámica transformadora de muerte-vida, cuyo término explicativo se denomina “misterio pascual”con Cristo, nada acaba tal y como la misma naturaleza indica en sus estaciones anuales….

 Finalmente, “mucha gente” también piensa, por el contrario, que ante la muerte nuestro cuerpo se desvanece en la danza misteriosa del universo y lo que hemos sido perdura sólo en la memoria de los más allegados o, en el mejor de los casos, en los libros de historia…

Ante la muerte, pues, surgen presentimientos extremos y opuestos: el temor invencible y la confianza esperanzada. Interpretaciones bien diferentes, pero plenamente humanas. Una tensión o un arco que abarca desde una concepción nihilista de la vida a la convicción esperanzada del que es creyente.

Sin embargo, desde el más profundo respeto al imaginario de todas las respuestas ante la muerte, personalmente pienso que, teniendo en cuenta lo mucho que nos queda por conocer, de verdad que no sabemos casi nada de nada, a causa de nuestra limitación estructural, encerrada en sólo tres dimensiones espaciales y como mucho en una cuarta que es el tiempo lo cual, siendo mucho, resulta ser muy poco ante la inmensidad que nos abarca y trasciende. Así que, de ninguna manera podemos poner punto final a esta reflexión ambivalente sobre la muerte entre “el todo y la nada”. Antes bien, puntear gramaticalmente los suspensivos y esperar que para nosotros también se desvele el misterio…

Consideremos la muerte «com la més gran naixença». Un nacimiento que Ana ya conoce, desatados los amarres del puerto de esta vida de niebla baja, como una barca hacia el infinito contra las olas de todas las ilusiones caducas. Ella ya ha llegado al horizonte del firmamento azul, al resplandor que nosotros aún no conocemos.

Aquí nos encontramos hoy todos de despedida en este frágil puerto de salida acompañando en nuestros corazones a Ana, mientras fusionamos nuestro recuerdo y estima con el recuerdo y el amor profundo de sus padres, el hermano y todos sus familiares. Seguiremos pensando en ella y la tendremos a la manera que cada uno la tenía dibujada. Hoy te despedimos -Ana- para encontrarte de nuevo, pero lo hacemos con sentimientos contradictorios:

  • Entre potentes luces y desdibujadas sombras…
  • Con profunda tristeza y con tranquila serenidad…
  • Entre bellos cantos y con muchas lágrimas…
  • Con el amargo desconsuelo y con unadeseada paz interior…
  • Siempre presente tu ausencia cubierta con una muy intensa melancolía…
  • Pero, desde nuestro más profundo trastorno, con nuestra gran estima…

También amargamente felices porque tú ahora eres feliz y podemos decirte que no te olvidamos con la convicción y el sentimiento: “Ana, estés donde estés, nosotros estamos contigo”.

BARCELONA, Tanatorio de Sancho de Ávila

Miquel Àngel Bosch i Fridrin

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