1. VISIÓ PROFÈTICA DE JOSEPH RATZINGER I EL FUTUR DE L’ESGLÉSIA
«Una Iglesia redimensionada, con menos seguidores, obligada incluso a abandonar buena parte de los lugares de culto que ha construido a lo largo de los siglos. Una Iglesia católica de minoría, poco influyente en las decisiones políticas, socialmente irrelevante, humillada y obligada a «volver a empezar desde los orígenes…
…Pero también una Iglesia que, a través de esta enorme sacudida, se reencontrará a sí misma y renacerá «simplificada y más espiritual».
Es la profecía sobre el futuro del cristianismo que pronunció hace 40 años un joven teólogo bávaro, Joseph Ratzinger. Redescubrirla en estos momentos tal vez ayuda a ofrecer otra clave de interpretación para descifrar la renuncia de Benedicto XVI, porque coloca el sorprendente gesto de Joseph Ratzinger en su lectura de la historia.
La profecía cerró un ciclo de lecciones radiofónicas que el entonces profesor de teología pronunció en 1969, en un momento decisivo de su vida y de la vida de la Iglesia. Eran los años turbulentos de:
En ese periodo se fueron consolidando nuevas amistades con los teólogos Hans Urs von Balthasary Henri de Lubac, con quienes habría fundado la revista “Communio”, que se habría convertido en el espacio para algunos jóvenes sacerdotes “ratzingerianos” que hoy son cardenales, todos ellos indicados como posibles sucesores de Benedicto XVI:
Era el complejo 1969 y el futuro Papa, en cinco discursos radiofónicos poco conocidos (y que la Ignatius Press publicó hace tiempo en el volumen “Faith and the Future”), expuso su visión sobre el futuro del hombre y de la Iglesia.
La última lección, que fue leída el día de Navidad ante los micrófonos de la “Hessian Rundfunk”, tenía todo el tenor de una profecía.
«Nos encontramos en un enorme punto de cambio –explicaba– en la evolución del género humano. Un momento con respecto al cual el paso de la Edad Media a los tiempos modernos parece casi insignificante».
El profesor Joseph Ratzinger comparaba la época actual con la del Papa Pío VI, raptado por las tropas de la República francesa y muerto en prisión en 1799. En esa época, la Iglesia se encontró frente a frente con una fuerza que pretendía cancelarla para siempre.
Una situación parecida, explicaba, podría vivir la Iglesia de hoy, golpeada, según Joseph Ratzinger, por la tentación de reducir a los sacerdotes a meros «asistentes sociales» y la propia obra a mera presencia política:
«De la crisis actual –afirmaba– surgirá una Iglesia que habrá perdido mucho. Será más pequeña y tendrá que volver a empezar más o menos desde el inicio. Ya no será capaz de habitar los edificios que construyó en tiempos de prosperidad. Con la disminución de sus fieles, también perderá gran parte de los privilegios sociales».
Pero volverá a empezar con pequeños grupos, con movimientos y gracias a una minoría que volverá a la fe como centro de la experiencia:
«Será una Iglesia más espiritual, que no suscribirá un mandato político coqueteando ya con la Izquierda, ya con la Derecha. Será pobre y se convertirá en la Iglesia de los indigentes».
«Un largo proceso, pero cuando pase todo el trabajo, surgirá un gran poder de una Iglesia más espiritual y simplificada». Entonces, los hombres descubrirán que viven en un mundo de «indescribible soledad, y cuando se den cuenta de que perdieron de vista a Dios, advertirán el horror de su pobreza».
«Entonces, y solo entonces-concluía Ratzinger-, verán a ese pequeño rebaño de creyentes como algo completamente nuevo: lo descubrirán como una esperanza para sí mismos, la respuesta que siempre habían buscado en secreto».
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Joseph RatzingerJoseph Ratzinger ha sido una de las mentes más lúcidas que ha dado el siglo XX. Ha sido el 265 Papa de la Iglesia Católica bajo el nombre deBenedicto XVI, prefecto de la importante Congregación de la Doctrina de la Fe durante 24 años, decano del Colegio cardenalicio y anteriormente arzobispo de Múnich, cátedra a la que llegó siendo un simple sacerdote.
Y ante todo ha sido y es un gran teólogo, uno de los grandes, lo que le ha permitido dejar una impresionante obra a sus espaldas, siendo además uno de los más jóvenes participantes en el Concilio Vaticano II.
Ahora que descansa, y en donde ha fallecido, tras los muros del convento-monasterio Mater Eclessiae en una vida de oración y de estudio y la perspectiva permite una visión más relajada, se van conociendo más datos de la vida del Papa emérito.
Y éstos muestran el gran discernimiento que ha tenido para leer los signos de los tiempos y cómo afectarían a la sociedad actual en general y a la Iglesia Católica en particular.
Las conferencias radiofónicas, anteriormente citadas, fueron recogidas más tarde en un libro que en español se ha reeditado como Fe y futuro.
Precisamente en el quinto punto de este libro el joven teólogo alemán reflexionaba sobre con qué aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000.
Más de cuarenta años después, este pensamiento de Joseph Ratzinger se manifiesta como de gran actualidad y lo que eran unos pensamientos razonados con el tiempo se han convertido en una especie de profecías, pues detectó de manera casi exacta lo que ha ocurrido en la Iglesia hasta hoy. Sus charlas radiofónicas se produjeron en uno de los momentos de mayor inestabilidad de la historia contemporánea:
Mientras tanto, en la Iglesia se vivían los confusos años del postconcilio y los problemas que surgieron en todo el mundo en su interpretación.
Por todo ello, estas reflexiones se convierten más que nunca en unas profecías que permiten entender de manera aún más clara a Benedicto XVI, su lucha contra el relativismo y apuesta fiel por el diálogo entre fe y razón.
Joseph Ratzinger, al que le faltaban aún varios años para ser obispo, aclaraba que:
«Un teólogo no es un adivino y tampoco un futurólogo y explicaba que su oficio establece lo que es calculable, y tiene que dejar pendiente lo que no es calculable…»
Y, tras analizar el ayer y el hoy, reflexionaba sobre ese mañana que aparecía en el horizonte con el tercer milenio:
«El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual»», afirmaba el joven sacerdote alemán.
En ese contexto alertaba de lo que pasaría años más tarde y que acabó convirtiéndose en uno de los mayores problemas internos de la propia Iglesia:
«El sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia», auguraba el años más tarde Papa.
Sobre la presencia de la institución en el mundo agregaba que:
«De la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad».
Tal y como luego se ha demostrado años más tarde en Occidente, Joseph Ratzinger afirma que la Iglesia:
«Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión».
Es decir, una Iglesia en la que los fieles lo serían por plena elección y donde en muchas ocasiones supusiese ir contracorriente.
De este modo, añade que:
«El proceso será largo y doloroso.La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica. El proceso de cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños».
Sin embargo, a continuación resaltaba que:
«Tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado». Y, en su opinión, «experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo».
«Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da la vida y esperanza más allá de la muerte».
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2. BIOGRAFIA DE BENET XVI DES DEL NAIXEMENT A LA SEVA MORT
El 28 de febrero de 2013, renunció al papado asumiendo el título de papa emérito, con la intención de dedicarse a la oración y al retiro espiritual. Su renuncia fue anunciada por él mismo el 11 de febrero de 2013, y supuso una decisión excepcional en la historia de la Iglesia, ya que, si bien el sumo pontífice más próximo que renunció al papado fue Gregorio XII (1415), el precedente de Celestino V (1294) es el único del que puede asegurarse que fue de forma libre y voluntaria.
Hablaba diez idiomas, de los que dominó por lo menos seis: alemán, italiano, francés, latín, inglés y español. Además, leía el griego antiguo y el hebreo. Fue miembro de varias academias científicas de Europa y recibió ocho doctorados honoris causa de diferentes universidades, así como numerosos premios y distinciones a lo largo de su vida.
Falleció la mañana del 31 de diciembre de 2022, a los 95 años de edad, en el monasterio Mater Ecclesiae, situado en la Ciudad del Vaticano, del que había hecho su residencia tras su renuncia al papado. Su funeral tuvo lugar el 5 de enero de 2023 en la plaza de San Pedro, tras el cual fue enterrado en las grutas vaticanas.
[Para saber más del relato textual, cabe pulsar la palabra o enunciado coloreado de azul]
Joseph Aloisius Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, Baviera, en el territorio de la diócesis de Passau. Su padre, Joseph Ratzinger (1877-1959), un comisario de la gendarmería, provenía de una modesta familia de agricultores de la Baja Baviera. Su madre, María Rieger (1884-1963), que trabajó a temporadas como cocinera, era hija de artesanos de Rimsting, aunque de familia proveniente de Italia.
El matrimonio tuvo tres hijos, siendo Joseph Aloisius el tercero y más joven de ellos. Su hermano Georg Ratzinger (1923-2020) fue también sacerdote. Su hermana Maria Ratzinger (1921-1991), quien nunca se casó, administró hasta su muerte la casa del cardenal Ratzinger.
Se trataba de una familia profundamente religiosa, que vivía una piedad tradicional. Joseph Ratzinger fue bautizado el mismo día que nació, que era Sábado santo, con el agua recién bendecida en laVigilia pascual, que entonces se celebraba ya en la mañana del sábado antes del Domingo de Pascua.
Como policía, el padre de Ratzinger fue trasladado con frecuencia.
Dos años después de su nacimiento, el 11 de julio de 1929, la familia se mudó a Tittmoning y el 5 de diciembre de 1932 se mudó nuevamente, esta vez a Aschau am Inn. Aquí Ratzinger vivió su tiempo escolar, en la década de los 30, después del fortalecimiento del nacionalsocialismo.
El padre de Ratzinger se jubiló en abril de 1937 y se mudó con su mujer e hijos a una pequeña granja en Hufschlag, cerca de Traunstein, que había comprado ya en 1933, buscando un lugar más apartado y seguro, ante el temor de que Hitler comenzara una guerra. Este lugar será recordado por Ratzinger como «el verdadero hogar» de su familia.
A la edad de cinco años, Ratzinger estaba con un grupo de niños que dieron la bienvenida al visitante cardenal arzobispo de Múnich con flores. Impresionado por la vestimenta del cardenal, más tarde anunció que quería llegar a ese cargo.
A pesar de que sus padres tenían algunas cargas económicas, lo enviaron al seminario menor de San Miguel en Traunstein, donde se desempeñó como un estudiante dedicado.
1.1.1. RECLUTAMIENTO Y FORMACIÓN
A los dieciséis años, fue llamado a filas, como tantos jóvenes que al final de la guerra fueron militarizados (los llamados Flakhelfer: ayudantes de artillería antiaérea) y fue destinado a la defensa de la fábrica de BMW en Traunstein, en las afueras de Múnich, ciudad que fue bombardeada masivamente.
Prestó servicio entre abril de 1943 y septiembre de 1944. En este tiempo asistió al instituto de segunda enseñanza Maximiliansgymnasium. A las preguntas de un superior, contestó que quería ser sacerdote. Tras la instrucción básica, estuvo luego destinado en Austria, concretamente en la defensa antitanque.
En 1944 comenzó su entrenamiento básico en Hungría, tomó parte en el Reichsarbeitsdienstque era una organización para el apoyo del ejército alemán, donde él, junto con otros compañeros, construyeron barreras antitanque.
Ratzinger desertó en los últimos días de la guerra, pero fue hecho prisionero por soldados aliados en un campo cerca de Ulm en 1945.
Después de ser puesto en libertad, en cuanto alumno del seminario menor, entonces situado en Traunstein, hizo su examen de bachillerato en el Chiemgau-Gymnasium (Instituto Chiemgau) en Traunstein.
El inicio de su vida académica no estuvo exento de disgustos. Luego de convertirse en doctor en teología en 1953, elaboró una tesis sobre san Buenaventura para conseguir la habilitación para la enseñanza en Alemania y su primer escrito le fue devuelto en 1954 con una severa crítica del profesor Michael Schmaus, quien consideraba que el trabajo era modernista. Sus enfoques empezaban a romper esquemas tradicionales de la época, lo que le ocasionaba alguna incomprensión y dificultad.
Ratzinger ingresó como profesor en la Universidad de Bonn en 1959; su conferencia inaugural fue acerca de «el Dios de la fe y el Dios de la filosofía». En 1963 se fue a la Universidad de Münster, donde al dar su conferencia inaugural ya era bien conocido como teólogo.
En el Concilio Vaticano II, sirvió como asesor teológico del cardenal Josef Frings de Colonia, y luego trabajó por defender el Concilio en sus distintos documentos, incluyendo Nostra Aetate, el documento que habla acerca del respeto hacia otras religiones y sobre el derecho a la libertad religiosa. Fue visto durante el tiempo del Concilio como un reformista convencido.
Ratzinger admitió que era admirador de Karl Rahner, un teólogo académico bien conocido por su «Nueva Teología», que estaba a favor de la reforma de la Iglesia y proponía nuevas ideas teológicas; pero, a pesar del acuerdo en muchos puntos y aspiraciones, Ratzinger se dio cuenta de que Rahner y él vivían, desde el punto de vista teológico «en dos planetas diferentes», como explica en el libro Mi vida (p. 126), pues la Teología de Rahner estaba caracterizada por la tradición escolástica de Suárez y de su nueva versión a la luz del idealismo alemán y de Heidegger, en la que las Escrituras y los Padres no jugaban un papel importante y en que la dimensión histórica era de escasa importancia.
En cambio, la formación de Ratzinger estaba marcada por las Escrituras y por los Padres de la Iglesia, por un pensamiento esencialmente histórico.
En 1966 fue candidato a ocupar una vacante en teología dogmática en la Universidad de Tubinga, donde fue colega de Hans Küng, con quien años más tarde sostendría fuertes enfrentamientos.
En 1968 escribió en su libro Introducción al Cristianismo que el papa tenía el deber de oír diferentes voces dentro de la Iglesia antes de tomar una decisión.
También escribió que la Iglesia de ese tiempo estaba muy centralizadaDichos párrafos no aparecieron en ediciones posteriores del libro, porque fueron malinterpretados por autores que utilizaron este texto para cuestionarlo.
Durante este tiempo, se distanció de la atmósfera de Tubinga y de los lineamientos marxistas del movimiento estudiantil de la década de los años 60, que en Alemania rápidamente se radicalizaron entre los años 1967 y 1968, culminando en una serie de disturbios en abril y mayo de 1968.
En 1969 regresa a Baviera a la Universidad de Ratisbona (Regensburg), en un ambiente académico menos reformista.
Communio, publicada en diecisiete idiomas (alemán,inglés y español, entre otros), se ha convertido en una de las publicaciones católicas más influyentes del mundo.
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1.3. SACERDOTE, ARZOBISPO Y CARDENAL
El 29 de junio de 1951 recibió junto con su hermano Georg el sacramento del orden sacerdotal en la catedral de Frisinga por manos del que fuera entonces arzobispo de Múnich y Frisinga, el cardenal Michael von Faulhaber. Celebró su primera Misa en la parroquia de San Oswaldo en Traunstein y el 30 de julio de 1951, junto a su hermano, en Rimsting, lugar donde su madre había nacido.
El 24 de marzo de 1977 Ratzinger fue consagrado arzobispo de Múnich y Frisinga, y el 27 de junio, Pablo VI lo nombró cardenal del título de S. Maria Consolatrice al Tiburtino.
Durante el Sínodo de los obispos de 1977, dedicado al tema de la catequesis, se produce su primer encuentro con Karol Wojtyła, después de muchos años de intercambiar con él correspondencia, ideas y libros.
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1.4. LOS ESTUDIOS DE TEOLOGÍA
Como joven profesor de teología, abría a sus alumnos a pensadores en aquel momento considerados avanzados, y que en aquella época incluso tuvieron problemas con la jerarquía católica, como Yves Congar o Henri de Lubac, además de a autores protestantes como Karl Barth, Oscar Cullmann o Dietrich Bonhoeffer. Ello le acarreó los recelos del catolicismo más conservador.
Entendía que había que superar la abstracción metafísica de la neoescolástica en la que consideraba estaba atrapada la teología católica. Defendía la necesidad de abrirse a un nuevo lenguaje que, partiendo del Evangelio, conectase existencialmente con las inquietudes del hombre concreto contemporáneo.
Como asesor en el Concilio Vaticano II del cardenal Frings, defendió un debate abierto y una elaboración de los textos creativa y una nueva manera de exponer las verdades centrales del cristianismo, como la Revelación o la Salvación (Así lo recuerda en el libro La Sal de la Tierra).
En su estudio sobre la Teología de la Historia en San Buenaventura, aparecen ya algunas constantes de su pensamiento. Para Ratzinger, la fe de la Iglesia ha de fundamentarse en el mensaje de liberación del Evangelio y en la tradición más primigenia del cristianismo, (en particular los Padres de la Iglesia) de los que es posible hacer una relectura significativa para el hombre de hoy. Esto no significa, según él, la defensa del pasado, porque entiende que el depósito de la fe es inagotable, ha de entenderse vivencialmente de un modo dinámico y, por lo tanto, está siempre proyectado hacia lo nuevo.
En su libro Introducción al Cristianismo, defiende que el ser es ser pensado, pensamiento del Espíritu absoluto que se ha revelado como relación. Concibe la relación como una forma primigenia de lo real: la unidad primigenia es unidad en el amor.
Así es como hay que entender el dogma de la Trinidad, donde la más intrincada teoría transmite enseñanzas prácticas para concebir el cosmos y la vida, en particular la vida humana cuyo origen y meta está en el amor.
Insiste en este mismo tratado que la omnipotencia divina se descubre en su esencia a través de Jesús de Nazareth. Sólo se entiende lo que es Dios en la impotencia y debilidad del pesebre de Belén y la muerte ignominiosa en la Cruz.
Esto nos revela la ley de lo abundante, donde el amor se derrocha y suscita la respuesta de la fe que ha de ser, de este modo, una respuesta de amor.
En ello se toca lo esencial del ser humano que se encuentra a sí mismo cuando se siente amado y, como respuesta, es capaz de salir de sí mismo al encuentro de los demás, especialmente de los necesitados, y de la trascendencia. Esta es la idea básica de su libro Mirar a Cristo.
En el terreno moral, ha insistido en que el «cristianismo no es un moralismo». La fe cristiana no tiene nada que ver con la religiosidad que busca la recompensa, que se ciñe a un legalismo ético para ganarse supuestamente un derecho a la salvación.
La fe en Jesús se basa en la humildad que vive del amor gratuito recibido (gracia), más allá del mérito y el rigorismo. Es esta apertura al don lo que transforma al hombre y produce su conversión (la metanoia del Evangelio).
Llamó la atención su afirmación de que la moral sexual representaba un capítulo particularmente oscuro y trágico en la historia del pensamiento cristiano, aunque recordó que la concepción de la unión carnal entre el hombre y la mujer como sacramento y manifestación del amor de Dios no ha permitido que se cayera, a diferencia delgnosticismoy deldualismode las primerasherejías, en una aversión a la sexualidad.
Por ello se mostró partidario de una visión antropológica positiva del cuerpo y su lenguaje, que estima coherente con el Dios de la Creación y de la vida que se revela en la Biblia.
Sobre la escatología, escribió una obra del mismo título donde pretende dar respuesta teológica a una sociedad burguesa atenazada por el miedo al sufrimiento y a la muerte.
En esta obra afirma que la fe cristiana está volcada hacia la vida, su meta es vida en todos sus niveles en cuanto a don y reflejo de Dios, que es la Vida. Para la fe cristiana, sostiene, no existe ninguna vida inútil.
Ratzinger reaccionó en el libro Informe sobre la fe ante lo que consideró una deriva caótica del catolicismo tras el Concilio Vaticano II. La atribuyó a lo que estimaba era una interpretación superficial del catolicismo que apuntaba acríticamente a todo lo novedoso por efímero e inconsistente que fuera.
Así, mostró su preocupación por un relativismo que pone en cuestión la idea de verdad dogmática y moral. Para él, la verdad no es un punto de llegada, es una llamada a la búsqueda sincera donde la razón puede desplegar todas sus energías, pero eso no la diluye ni la transforma en mera invención subjetiva y manipulable.
Si se renuncia a la verdad acerca del hombre, se renuncia a su libertad (así lo expresa en su libro Fe, verdad y tolerancia). Denunció también el empobrecimiento que para un culto profundo supuso el abandono de una liturgia enraizada en la tradición de la Iglesia.
Combatió, asimismo, la identificación del compromiso social cristiano con la colaboración en las nuevas estructuras de poder revolucionario que surgieron en Latinoamérica.
También fue crítico con la identificación de la fe cristiana con formas políticas liberales, en coherencia con su concepción de un cristianismo que va mucho más allá de la mezquina defensa de estructuras políticas y sociales que siempre serán mutables y pasajeras.
Entiende que la fe cristiana es incompatible con la adhesión a sistemas de dominación y opresión, sean del signo que sean. Por ello ha denunciado los males derivados del capitalismo y el liberalismo occidentales.
En su Teoría de los principios teológicos, materiales para una teología fundamental, sostiene que la Iglesia debe superar sus disputas internas y reflexionar sobre la posibilidad de respuesta que lleva en su interior.
Afirma que una de las primeras reglas del discernimiento espiritual consiste en que donde está ausente la alegría y el humor está ausente el Espíritu.
Para Ratzinger, el cristiano occidental vive hoy en una era neopagana, marcada por la idolatría del dinero, el prestigio, el placer y el poder. Por ello la persona está cada vez más aislada y desorientada y la sociedad desprovista de valores humanos consistentes. Ante eso, el cristiano ha de ser el que transmita la liberación del que vive del perdón y la promesa de la Vida Eterna para todos los hombres.
Solo desde estos parámetros se puede recobrar y defender un sentido pleno de la dignidad humana. Muestra su escepticismo ante la eficacia de una reforma estructural de la Iglesia, entiende más bien que lo que hay que hacer es poner esa estructura al servicio del amor. Para él, «la Iglesia vive de la alegría que los cristianos experimentan por ser tales»:Ser cristiano en la era neopagana.
Todo esto lo ha colocado en el punto de mira crítico de la teología católica más avanzada, si bien le valió la confianza de Juan Pablo II y lo llevó a desempeñar con rigor el cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
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1.5. PREFECTO DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
Renunció a la arquidiócesis de Múnich y Frisinga el 15 de febrero de 1982. Fue nombrado cardenal obispo de Velletri-Segni en 1993, elegido vicedecano del Colegio Cardenalicio en 1998 y finalmente decano del Colegio en 2002, uniendo como es preceptivo su sede cardenalicia a la de Ostia. Fue el cardenal más próximo a Juan Pablo II.Ratzinger y Wojtyła fueron calificados intelectualmente como «almas gemelas».
Con esto mostró su posición como filósofo y teólogo de raíces hegelianas, como su inspirador y maestro, el fallecido Joseph Frings, cardenal del título de S. Giovanni a Porta Latina y arzobispo de Colonia.
Sin embargo, la Santa Sede desmintió tal encubrimiento en una nota publicada posteriormente a la noticia. Se explicó en ella que a mediados de los años setenta, algunas víctimas del padre Lawrence Murphy informaron sobre estos abusos a las autoridades, que emprendieron una investigación en ese momento. Según portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, dicha investigación fue abandonada.
La Congregación para la Doctrina de la Fe fue informada sobre esta cuestión unos 20 años después. Dado que el padre Lawrence Murphy era anciano, en un estado de salud muy deteriorado, en aislamiento, y que no se habían registrado denuncias de abusos desde hacía veinte años, la Congregación para la Doctrina de la Fe sugirió que el arzobispo de Milwaukee considerara afrontar la situación, por ejemplo, restringiendo el ministerio del padre Lawrence Murphy y exigiendo que aceptara la plena responsabilidad de sus actos. El padre Lawrence Murphy murió aproximadamente cuatro meses después, sin ulteriores incidentes.
El año 1986 confió a una Comisión de doce cardenales y obispos, presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, el encargo de preparar un proyecto del catecismo solicitado por los padres del Sínodo. Un Comité de siete obispos diocesanos, expertos en teología y catequesis, colaboró con la Comisión en ese trabajo.
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2. ELECCIÓN AL PAPADO
2.1. ANTECEDENTES A LA ELECCIÓN DEL PONTIFICADO
El 2 de enero de 2005, la revista Time publicó que fuentes vaticanas decían que Joseph Ratzinger era el favorito para suceder a Juan Pablo II en el caso de que falleciera.
A la muerte de Juan Pablo II, el Financial Times dio la preferencia a Joseph Ratzinger para convertirse en papa en la primera posición, pero cercano a sus «rivales» en el ala «liberal» de la Iglesia.
Aunque Joseph Ratzinger era considerado favorito por la mayoría de los medios de comunicación internacionales, otros mantenían que su elección estaría lejos de la realidad porque muy pocas predicciones papales en la historia moderna se habían vuelto realidad. Las elecciones de sus predecesores Juan Pablo I y Juan Pablo II habían sido sorpresivas.
El 19 de abril de 2005, el cardenalJoseph Ratzinger fue elegido como sucesor de Juan Pablo IIen el segundo día del cónclave, después de cuatro rondas de votaciones. Coincidió con la fiesta de SanLeón IX, el más importante papa alemán de la Edad Media, conocido por instituir el mayor número de reformas durante un pontificado.
Joseph Ratzinger esperaba retirarse pacíficamente y había dicho que «hasta cierto punto, le dije a Dios:“por favor, no me hagas esto”… “Evidentemente, esta vez Él no me escuchó”.
El cardenal Jorge Medina primero se dirigió a la multitud con: «Queridísimos hermanos y hermanas» en italiano, español, francés, alemán e inglés, antes de continuar con el tradicional Habemus Papam en latín.
En el balcón, las primeras palabras de Benedicto XVI a la multitud, dadas en italiano antes de que impartiera la tradicional bendición Urbi et Orbi en latín, fueron:
“Queridos hermanos y hermanas: después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor.
Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!”.
Tras obtener la mayoría necesaria en la votación del cónclave, el hasta entonces cardenal Ratzinger eligió el nombre pontificio de Benedicto XVI. Al escoger ese nombre, el pontífice afirmó querer relacionarse con Benedicto XV, quien durante la Primera Guerra Mundial se presentó como un «valiente y auténtico profeta de paz». Del mismo modo, Benedicto XVI manifestó su deseo de ponerse «al servicio de la reconciliación y de la armonía entre los hombres y los pueblos, profundamente convencido que el gran bien de la paz es sobre todo don de Dios».
El nombre pontificio evoca también a Benito de Nursia, patrón de Europa y padre del monacato occidental, que ejerció una gran influencia en la difusión del cristianismo en todo el continente, siendo por ello muy venerado en Alemania y, en particular, en Baviera, tierra natal de Benedicto XVI.
Para el pontífice, san Benito constituye «un fundamental punto de referencia para la unidad de Europa y un fuerte reclamo a las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización».
Benedicto XVI quiso conservar en su escudo papal algunos elementos que ya había introducido en su escudo de arzobispo de Múnich y Frisinga, y luego en el de cardenal, aunque ordenándolos de distinto modo y modificando los colores.
En el punto más noble del escudo situó una gran concha de oro, que tiene una triple simbología. En primer lugar, tiene un significado teológico, pues alude a la leyenda según la cual san Agustín, al encontrar en la playa a un niño que con una concha quería meter toda el agua del mar en un agujero hecho en la arena, comprendió lo inútil de querer abarcar la grandeza e inmensidad de Dios dentro de la mente humana.
En segundo lugar, la concha se usa para representar al peregrino, simbolismo que quiso mantener Benedicto XVI. Por último, la concha remite al escudo del antiguo Monasterio de los escoceses, en Ratisbona, al que el pontífice se sintió espiritualmente unido.
En en los ángulos superiores se sitúan dos cantones con símbolos procedentes de la tradición de Baviera. A la izquierda del observador aparece una cabeza de moro, la llamada caput ethiopicum o moro de Frisinga, que es el símbolo de la antigua diócesis de Frisinga y que para el pontífice era también expresión de la universalidad de la Iglesia, que no conoce ninguna distinción de raza ni de clase sino la unidad en Cristo.
A la derecha aparece un oso que lleva una carga en el lomo, que hace referencia a Corbiniano, el primer obispo de Frisinga, quien según la leyenda fue atacado por un oso durante un viaje a Roma. El santo obispo logró amansar al oso hasta el punto de que pudo cargar sobre él su equipaje e hizo que lo acompañara hasta su destino. Así, el oso domesticado por la gracia de Dios simboliza al mismo obispo de Frisinga, y la carga es el peso del episcopado que lleva sobre él.
Mantuvo el que hasta entonces había sido su lema episcopal y cardenalicio, Cooperatores veritatis (Colaboradores de la verdad), proveniente de la tercera epístola de Juan, aunque como los anteriores pontífices no lo incluyó en el escudo papal.
3. EL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI
El 19 de abril de 2005 fue elegido sucesor de Juan Pablo II después de dos días de cónclave y dos fumatas negras. El cardenal Ratzinger había repetido sucesivas veces que le gustaría retirarse a una aldea bávara y dedicarse a escribir libros pero, más recientemente, había reconocido a sus amigos estar listo para «cualquier función que Dios le atribuyera».
Su elección generó de inmediato algunas críticas, centradas en su supuesto perfil neoconservador; se lo acusó de desear restituir la organización y doctrina de la Iglesia a la que tenía antes del Concilio Vaticano II. Algunos analistas preveían que con él la Iglesia endurecería sus posturas en lo referente a:
Sus partidarios aducen que durante su prefectura sólo uno de los procesos abiertos acabó en excomunión: el del arzobispo ultraconservador Monseñor Marcel Lefebvre; también se recordaba su asistencia al Concilio Vaticano II y que había sido de los más progresistas y propuesto reformas novedosas.
En el año 2006 fue publicada en español una obra suya, escrita cuando todavía no era papa, con el título Fe, verdad, tolerancia, en la cual hablaba, entre otras cosas, del pluralismo religioso y el diálogo.
En agosto de 2005, participó en la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, cosechando grandes muestras de afecto por parte de la juventud, y fue este el primer acontecimiento de este tipo desde la muerte de Juan Pablo II.
En octubre del mismo año, participó en el Sínodo de Obispos, agregando una sección de intervenciones libres, cuya difusión pública tuvo que restringir debido a unas declaraciones de su sucesor en la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre el voto a los políticos católicos que estaban a favor del aborto.
El último año de su pontificado tuvo que enfrentarse al llamado escándalo de Vatileaks, una serie de filtraciones a la prensa de documentos internos de la Santa Sede, que incluían informes económicos del Instituto para las Obras de Religión, sobre los Legionarios de Cristo, correspondencia privada del papa o donativos realizados por personalidades italianas.
La primera de ellas, Deus caritas est, fue publicada antes de cumplir un año como sumo pontífice, el 25 de enero de 2006, y está dedicada al amor cristiano. Defiende en ella que el amor (caritas) es una fuerza extraordinaria, capaz de mover a las personas al compromiso valiente y generoso por la justicia y la paz.
Para el papa, el amor es ante todo una fuerza que tiene su origen en Dios, que es amor eterno y absoluta verdad.
El cristiano, por su parte, puede expresar su opción fundamental diciendo que «hemos creído en el amor de Dios» pues, afirma Benedicto XVI, «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». La encíclica está dividida en dos partes:
La primera presenta una reflexión teológica y filosófica sobre el amor en sus distintas dimensiones –eros,philia,ágape– precisando algunos datos esenciales del amor de Dios por el hombre y de la unión intrínseca que ese amor tiene con el amor humano.
La segunda parte se centra en ejercicio concreto del mandamiento del amor al prójimo.
Su segunda encíclica, Spe salvi, dedicada a la esperanza e inspirada en la carta de san Pablo a los Romanos, la firmó el 30 de noviembre de 2007. El pontífice defiende que con la salvación se ha dado a los hombres la esperanza. Se trata de una esperanza fiable, que permite afrontar el presente aunque este sea fatigoso. Por ella los cristianos «tienen un futuro, saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío».
Tras presentar la esperanza como virtud, el pontífice indica cuatro lugares para aprenderla y ejercitarla: la oración, la acción, el sufrimiento y el Juicio.
La oración es lugar de esperanza, pues Dios escucha siempre al hombre y puede ayudarlo cuando nadie más puede.
También la acción, pues la esperanza cristiana no es individualista sino que es siempre esperanza para los otros y busca hacer del mundo un lugar más luminoso y humano.
Asimismo, el sufrimiento es también para el papa un lugar de aprendizaje de la esperanza, pues es posible «aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo».
Por último, el Juicio de Dios es lugar de esperanza, pues existe la resurrección de la carne, existe la justicia, una «revocación» del sufrimiento pasado.
Por último, Caritas in veritate, que trata sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad, es la tercera de las encíclicas de Benedicto XVI, fue firmada el 29 de junio de 2009.
En ella, Benedicto XVI recuerda que la caridad es «la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia», pero que para evitar el «riesgo de ser mal entendida o excluida de la ética vivida», esta debe estar siempre unida a la verdad. Para el papa, un cristianismo de caridad sin verdad fácilmente se podría confundir con «una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales». En cambio, la caridad en la verdad «de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad».
Pasa después a recorrer las grandes amenazas que se ciernen sobre la humanidad en nuestros días, abordando con realismo y esperanza los problemas creados por la crisis financiera, por la falta de instituciones internacionales capaces de reformar la ineficacia burocrática que alarga el subdesarrollo de muchos pueblos, y por la falta de ética de muchas mentalidades que predominan en las sociedades opulentas.
Cuando presentó su renuncia al papado, Benedicto XVI ya prácticamente había completado una primera redacción de una nueva encíclica, centrada en la fe, que iba a completar lo que ya había escrito en sus encíclicas sobre la esperanza y la caridad, las otras dos virtudes teologales, cerrando así la trilogía.
Este trabajo fue finalmente asumido por su sucesor, el papa Francisco, que añadió algunas aportaciones propias y la firmaría con el título de Lumen fidei (La luz de la fe).
3.1.2. EXHORTACIONES APOSTÓLICAS
El magisterio de Benedicto XVI incluye cuatro exhortaciones apostólicas, todas ellas escritas como consecuencia de asambleas del Sínodo de los obispos.
Sacramentum caritatis, publicada en marzo de 2007, fue su primera exhortación apostólica postsinodal. En ella reafirma el valor de la eucaristía y su sentido que nace del amor de Cristo y se proyecta hacia el amor a todos los hombres. La unión con Cristo en la eucaristía alimenta el compromiso por la justicia y la reconciliación, el ansia de compartir los bienes, la emancipación de la idolatría del trabajo y el respeto por la Creación. Recoge los trabajos realizados en el Sínodo de los Obispos de 2005.
En septiembre de 2010 fue publicada su segunda exhortación apostólica postsinodal titulada Verbum Domini, dedicada al tema de «la Palabra en la vida y misión de la Iglesia». Recoge los trabajos realizados en el Sínodo de los Obispos de 2008.
La tercera exhortación apostólica postsinodal, que recibió el título Africae munus, está dedicada a la Iglesia en África. Firmada y publicada el 19 de noviembre de 2011 desde Benín, recoge los trabajos realizados en un sínodo especial de los obispos, de 2009, para el continente africano.
El 14 de septiembre de 2012 Benedicto XVI firmó y publicó, desde Beirut (Líbano), su cuarta y última exhortación apostólica postsinodal, con el título Ecclesia in Medio Oriente, dedicada al tema de los católicos de diversos ritos que viven en países de Oriente Medio. En este documento se recogen los trabajos de un sínodo especial de obispos que tuvo lugar en la Ciudad del Vaticano en octubre de 2010.
3.1.3. MOTUS PROPIOS
Motu Proprio La antigua y venerable Basílica, para la Basílica de San Pablo Extramuros y para su complejo extraterritorial (31 de mayo de 2005).
Motu Proprio Totius orbis, con nuevas disposiciones sobre las basílicas de San Francisco y de Santa María de los Ángeles, en Asís (9 de noviembre de 2005).
Motu Proprio con el que el que Benedicto XVI restablece la norma tradicional acerca de la mayoría requerida para la elección del sumo pontífice (11 de junio de 2007).
Motu Proprio Summorum Pontificum, sobre la liturgia romana anterior a la reforma de 1970 (7 de julio de 2007).
Motu Proprio Ministrorum institutio con el que transfieren las competencias sobre los seminarios desde la Congregación para la educación católica a la Congregación para el clero (25 de enero de 2013). En latín.
Motu Proprio Normas nonnulas con ulteriores modificaciones a las normas sobre la sede vacante y la elección del sumo pontífice (22 de febrero de 2013).
3.1.4. OTRAS PUBLICACIONES
Entre 2007 y 2012 publicó tres libros sobre la vida de Jesús, a partir de los datos fundamentales ofrecidos en los Evangelios y en otros escritos del Nuevo Testamento.
En abril de 2007 publicó la primera parte su libro Jesús de Nazaret en la que reflexiona sobre la figura de Jesucristo en calidad de teólogo. Ha sido un éxito internacional de ventas. En él sale al paso de ideas recientes que reducen la figura del Jesús histórico a un mero moralista rebelde o liberal, a un profeta escatológico o un revolucionario político. Sin rechazar frontalmente estas visiones, Ratzinger hace hincapié en que el factor de inteligibilidad clave es la unión de Jesús con el Padre.
Esta vivencia de intimidad con Dios le otorga autoridad para presentarse como un nuevo Moisés que renueva la Ley judía (Torá) para darle pleno cumplimiento en la predicación de las bienaventuranzas (la pobreza, la mansedumbre, la pureza de corazón…) y el amor a los enemigos.
Su experiencia de Hijo lo lleva a la obediencia de un amor entregado hasta la muerte.
Jesús era el Rey esperado por Israel, pero un rey que rechaza la tentación demoníaca del poder y se presenta en la humildad de su origen, su cercanía a los pecadores y su servicio a todos.
Existe una plena correspondencia entre el Jesús histórico que anunció e hizo presente el Reinado de Dios y el Cristo de la fe de las primeras comunidades de creyentes. Los evangelios, por lo tanto, sin ser reportajes exactos de lo acontecido, nos revelan la verdadera Persona de Jesús y su significación auténtica como Hijo de Dios.
Apartando esta expresión de sus antecedentes mitológicos y políticos, la condición de Hijo permite asomarnos al interior de Jesús que nos da a conocer a Dios como Abba (Padre, en arameo). En ello radica la originalidad de Jesús y su novedad.
3.2. CONSISTORIO PARA LA CREACIÓN DE NUEVOS CARDENALES
A lo largo de sus casi ocho años de pontificado (2005-2013) creó un total de noventa cardenales en cinco consistorios.
Primer consistorio: 24 de marzo de 2006. Creó doce cardenales electores y tres no electores. Entre los primeros destacó el nombramiento de William Joseph Levada, quien sucedió al propio Ratzinger como Prefecto para la Doctrina de la Fe tras su elección papal en 2005.
Segundo consistorio: 24 de noviembre de 2007. Creó dieciocho cardenales electores y cinco no electores. Entre los electores se encontraba el valenciano Agustín García-Gasco y Vicente, quien fallecería en Roma años más tarde durante la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II. Además fueron ordenados otros dos españoles y cinco latinoamericanos. El papa comunicó su intención de haber nombrado también al anciano obispo Ignacy Jez, de Koszalin-Kolobrzeg (Polonia), que falleció el día anterior al anuncio.
Tercer consistorio: 20 de noviembre de 2010. Creó veinte cardenales electores y cuatro no electores. En este consistorio se nombró al cardenal más anciano de la historia, fue el italiano Domenico Bartolucci, de noventa y tres años. Bartolucci falleció en 2013. (Superado por Francisco al nombrar cardenal a Loris Francesco Capovilla, quien al momento de su nombramiento tenía noventa y ocho años).
Cuarto consistorio: 18 de febrero de 2012. Creó dieciocho cardenales electores y cuatro no electores. Entre otros, nombró cardenal a un español, el turolense Santos Abril y Castelló. Con estos purpurados, los miembros electores del Sacro Colegio nombrados por Benedicto XVI superaban a los creados por Juan Pablo II.
Quinto consistorio: 24 de noviembre de 2012. Creó sus últimos seisdd cardenales, todos ellos electores. Probablemente con su meditada renuncia, instaba a preparar un cónclave con representantes de todo el mundo. Así, compensó el consistorio de febrero donde predominaban curiales e italianos, esta vez eligiendo a seis no-europeos: un filipino, un indio, un libanés, un estadounidense, un colombiano y un nigeriano.
Benedicto XVI decidió que, tal como se hacía antes, las beatificaciones (con alguna excepción, como la de Juan Pablo II), las presidiera el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cargo que en aquel tiempo desempeñaba Angelo Amato. En algunos casos, ha delegado en otros cardenales. En cualquier caso, el rito de beatificación se celebra -salvo excepciones- en la iglesia local más directamente vinculada con el nuevo beato.
Entre las beatificaciones durante el Pontificado de Benedicto XVI destacan:
El 28 de octubre de 2007 el pontífice aprobó la mayor beatificación «masiva» de la historia de la Iglesia, 495 mártires españoles; la celebración —como es habitual— no la presidió él, pero tuvo una audiencia privada con los peregrinos y obispos españoles.
El 1 de mayo de 2011, el papa beatificó a su antecesor Juan Pablo II en una multitudinaria ceremonia en la plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano. Esta fue la primera vez que un papa beatifica a su antecesor desde la Edad Media.
En 2011 se reunió con una delegación de la iglesia luterana alemana que le propuso participar en la conmemoración de los quinientos años de la Reforma. En esta ocasión el papa aceptó la invitación, como gesto ecuménico, resaltando aquellos elementos que son comunes a ambas profesiones de fe, en particular la creencia en la Santísima Trinidad.
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3.5. DIÁLOGO CON OTRAS RELIGIONES
En 2000, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un documento titulado Dominus Iesus, que reafirmaba la histórica doctrina y misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio.
Esto sorprendió a los que erróneamente pensaron que la Iglesia anteriormente había repudiado este papel único en el mundo.
Este documento apuntaba el peligro para la Iglesia de teorías relativistas que justifican el pluralismo religioso negando que Dios se haya revelado a la humanidad.
Sus defensores argumentan que es de esperarse que un líder de la Iglesia católica se pronuncie en favor de la superioridad del catolicismo sobre otras religiones.
También mantienen que las notas de Dominus Iesus no son indicativo de intolerancia ni de falta de voluntad para establecer un diálogo con otras religiones. Ellos dicen que Ratzinger fue muy activo en promover el diálogo interreligioso. Al defender el Dominus Iesus, Ratzinger estableció que cree que el diálogo inter-religioso debe tomar lugar basado en la igualdad de la dignidad humana, pero que la igualdad de la dignidad humana no debe implicar qué lado sea el correcto.
El Congreso Judío Mundial celebró su elección al pontificado, haciendo notar «su gran sensibilidad a la historia judía y al Holocausto».
En una entrevista en 2004 para el diario Le Figaro, Ratzinger había dicho que Turquía, un país musulmán por herencia y población pero secular por su constitución, debería mirar en un futuro hacia una asociación de países islámicos más que a la Unión Europea, que tenía raíces cristianas. Dijo que Turquía siempre ha estado «en contraste permanente con Europa», y que ligarla a Europa sería un error.
El papa condenó fuertemente las caricaturas de Mahoma, primero publicadas por un diario danés y luego en otras publicaciones europeas. «En el contexto internacional en el que vivimos en el presente, la Iglesia católica continúa convencida de que, para mantener la paz y el entendimiento entre personas y hombres, es necesario y urgente que las religiones y sus símbolos sean respetados», dijo. Agregó que esto implica que «los creyentes no sean objeto de provocaciones que afecten sus vidas y sentimientos religiosos». Destacó que «para los creyentes, así como la gente de buena voluntad, el único factor que puede llevar a la paz y fraternidad es el respeto hacia las convicciones y prácticas religiosas de otros».
En el discurso, el pontífice reflexionó sobre el encuentro entre la fe y la razón a partir de la llegada del cristianismo al contexto de la filosofía helénica, ocurrida en el siglo I.
Sin embargo, el principal motivo de la repercusión que alcanzó su discurso fue la citación —marginal respecto al conjunto de la conferencia— de un diálogo que el emperador bizantino, Manuel II Paleólogo mantuvo con un persa culto sobre el cristianismo y el islam, y sobre la verdad de ambos, donde se apuntaba la relación entre violencia e islam. En un momento de dicha discusión, citada por el papa, el emperador se dirige a su interlocutor («con una brusquedad que nos sorprende, brusquedad que para nosotros resulta inaceptable», señala Benedicto XVI) diciendo:
Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba.
El discurso, que estaba dirigido a un público académico, levantó reacciones airadas y conflictos diplomáticos a raíz de dicho párrafo, que fue sacado de contexto y divulgado inicialmente por la cadena árabe de noticias Al-Yazira, antes de que fuese traducido, amplificándose a su vez a través de otros medios sin que se hiciese una exégesis o una aclaración completa del contexto en el que se encontraba la cita.
Debido a los malentendidos surgidos, el papa aportó a la redacción final del discurso varias notas aclaratorias. En una de ellas, Benedicto XVI lamentó que el párrafo citado del emperador Manuel II hubiese sido considerado en el mundo musulmán como expresión de su propia posición personal.
Tras este acontecimiento, ese mismo año hizo un acercamiento a personalidades de otras religiones, tras reunirse con líderes de Turquía y con el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.
Benedicto XVI hizo 24 viajes apostólicos fuera de Italia, visitando países de los cinco continentes.
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3.7. LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI AL PONTIFICADO PAPAL
Artículo principal: LA RENUNCIA AL PONTIFICADO PAPAL DE BENEDICTO XVI
El 11 de febrero de 2013 el papa Benedicto anunció su renuncia al cargo, alegando «falta de fuerzas». El anuncio lo realizó en latín durante el Consistorio de Canonización de los Mártires de Otranto, causando la sorpresa de los asistentes. Según sus palabras:
«Bene conscius ponderi humus actus plena libertate declaro me ministerio Episcopi Roma, successori Sancti Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commisso renuntuiare ima ut die 28 februarii MMXIII, Horą 20, sedes Ramie, sedes Sancti Petri vacht et Conclave ad eligiendum novum Summum Pontificen ab his quibus competir convocando esse».
«Ben cosciente de la gravetat d’aquest acte, amb plena libertad, declaro que renunció al ministeri de Bisbe de Roma, successor de Sant Pere, que em van confiar els Cardenals el 19 d’abril del 2005, de manera que des del 28 de febrer del 2013, a les 20 hores, la seu de Roma, la seu de Sant Pere, será vacant, i els que en tenen la competencia hauran de convocar el conclau per a l’elecció del nou Pontifex Màxim».
La renuncia del papa Benedicto debe considerarse excepcional, dado que fue la primera desde la Edad Media, concretamente el año 1415 —con Gregorio XII, obligado a renunciar en el Concilio de Constanza para dar fin al Cisma de Occidente—, y la primera por voluntad propia desde 1294 (con Celestino V, que renunció para hacerse ermitaño).
En el momento de anunciar su renuncia, el papa Benedicto XVI tenía ochenta y cinco años, y llevaba casi ocho de pontificado.
Dicha renuncia se hizo efectiva el 28 de febrero a las 20:00 horas, hora de Italia, a partir de la cual la sede papal quedó vacante, dando comienzo al proceso de celebración de un cónclave que eligió a un nuevo papa, Francisco.
Benedicto XVI abandonó la Ciudad del Vaticano en helicóptero aproximadamente a las 17:00 horas. Mientras sobrevolaba Roma, las campanas de todas las iglesias y basílicas de la ciudad tañían a la vez. Llegado a Castel Gandolfo, su nueva residencia en los dos primeros meses tras su renuncia, compareció en el balcón del Palacio Apostólico, donde dirigió sus últimas palabras como papa a la gente congregada en la plaza:
Gracias, gracias de corazón. Gracias por vuestra amistad y vuestro afecto (…). No soy más el Sumo Pontífice de la Iglesia. A partir de las 20:00 horas, seré simplemente un peregrino que continúa su peregrinaje sobre la Tierra y afronta la etapa final. (…) Gracias y buenas noches.
Seguidamente, dio la bendición y se retiró. A las 20:00 horas, la Guardia Suizaque custodiaba el portón del palacio fue relevada, a la vez que se cerraban los postigos, simbolizando de este modo el fin del pontificado.
¿Renunció el Papa por la falta de salud y de fuerzas físicas o, acaso por el escándalo Vatileaks…?
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3.8. TRAS LA RENUNCIA AL PAPADO DE BENEDICTO XVI
El papa Francisco saluda al entonces ya papa emérito Benedicto XVI en julio de 2013.
Durante el tiempo de sede vacante y hasta el 2 de mayo de 2013, Benedicto XVI residió en Castel Gandolfo; luego, ese mismo 2 de mayo, se trasladó al Monasterio Mater Ecclesiae, que se encuentra dentro de los muros del Vaticano. Allí vivió dedicado a la oración y a sus aficiones junto con su secretario privado GeorgGanswein, cuatro laicas consagradas de la comunidad «Memores Domini» (que le ayudarán con las labores domésticas) y un diácono belga. Además hubo disponible una habitación para que se alojara su hermano, Georg Ratzinger, cuando este le visitaba antes de su muerte en 2020.
De este modo Benedicto vivió cerca de su sucesor, el papa Francisco, en la propia Ciudad del Vaticano, siendo esto un acontecimiento único e histórico dentro de la Iglesia católica.
Desde su renuncia al papado mantuvo un perfil bajo, con pocas apariciones públicas. En cualquier caso, estas fueron reduciéndose progresivamente a medida que su estado de salud fue deteriorándose.
El papa Francisco lo visitó en repetidas ocasiones durante esos años, y lo invitó a participar en distintos actos y celebraciones litúrgicas. Así, estuvo presente en:
También durante este tiempo recibió visitas de personalidades eclesiales, líderes políticos o de alumnos suyos.
En 2020 realizó un viaje a Ratisbona entre el 18 y el 22 de junio para visitar a su hermano gravemente enfermo Georg Ratzinger, que moriría días después.
Sin embargo, a raíz de un libro publicado por el Cardenal Robert Sarah -«Desde lo profundo de nuestro corazón»- en que éste involucra directamente a Benedicto XVI en posiciones tradicionales y conservadoras sobre el celibato y otras cuestiones, relacionadas con otras de más abiertas y progresistras sobre el Sínodo de los Obispos y el propio Papa Francisco, hubo en los últimos años un cierto distanciamiento doctrinal entre los dos Papas.
El volumen, ya explicitado y titulado «De profondeurs de nos coeurs» iba a publicarse en francés por la casa editorial Fayard y llevaba en portada los nombres tanto de Benedicto XVI como de Robert Sarah y la foto de ambos.
La publicación fue considerada por algunos como una injerencia hacia el papa Francisco, que debía tomar una decisión sobre la propuesta de ordenar a hombres casados surgida en el Sínodo sobre la Amazonía, celebrado en octubre de 2019. No obstante, en última instancia se dejó de lado esa opción.
La polémica se desató por el hecho de que el papa emérito, que había prometido quedar en silencio tras su renuncia en febrero de 2013, hubiese participado en un libro de este tipo, y tras días de declaraciones y desmentidos la controversia se zanjó con la petición del papa emérito de eliminar su firma y su foto del volumen.
El histórico secretario de Benedicto XVI y su persona de máxima confianza desde su renuncia, el arzobispo George Gaenswein, declaró entonces que Benedicto XVI “nunca aprobó ningún proyecto de un libro con doble firma” con el cardenal Robert Sarah.
Algunos de los sectores religiosos y políticos que centran sus críticas en el magisterio del actual obispo de Roma -El papa Francisco-, y cuestionan sus declaraciones públicas en diversas materias:
Nacido en 1945 en Guinea, Sarah no es un desconocido en la Santa Sede aunque es poco proclive a hablar con la prensa y es más conocido en el mundo francófono gracias a varios libros con su editor Nicolas Diat y la editorial francesa Fayard.
Todavía se le considera un cardenal joven y en el cónclave del 2013 estaba en la lista de papables. En 1979 Juan Pablo II le nombró arzobispo metropolitano de Conakry, pero no fue hasta el 2001 que se trasladó a Roma.
Benedicto XVI lo hizo cardenal en el 2010, convirtiéndolo en el primer purpurado de Guinea. Y, en un intento de apaciguar la ira de sus contrarios, entonces liderados, entre otros, por el cardenal Raymond Leo Burke, Francisco le nombró prefecto de la congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el departamento del Vaticano que supervisa la liturgia.
Con todo, al contrario que otros grandes nombres de opositores, Sarah nunca ha atacado frontalmente a Francisco y le ha jurado obediencia, porque dice que “quien está contra el Papa está fuera de la Iglesia”.
Además, otras figuras de referencia para los ultraconservadores como el alemán Walter Brandmüller son muy mayores, pero él tiene menos de 80 años, y es por lo tanto elegible en un cónclave.
En medio de esta polémica el director editorial del Dicasterio de Comunicación del Vaticano, Andrea Tornielli, ha recordado que «el celibato sacerdotal no es y nunca ha sido un dogma”. Sarah opina que “ordenar hombres casados no es una excepción, es una violación, una herida en la coherencia del sacerdocio”, pero esta tajante afirmación olvida que el propio Benedicto XVI permitió el ejercicio sacerdotal a casados en el caso de los curas anglicanos que se acogieron a Roma.
El celibato no es un mandato evangélico, de hecho los apóstoles estuvieron casados. Es un uso limitado a algunos siglos de la historia de la Iglesia y no se implantó definitivamente hasta el siglo XII. Existen las comunidades católicas de otros ritos, como el maronita y griego, obedientes al papa, que tampoco lo imponen.
El problema de la escasez de clero no se da solamente en las junglas desoladas, sino que abarca todas las zonas con grandes comunidades católicas. Pero el más grave problema creado por el celibato obligatorio es la caída del nivel del clero.
Los sacerdotes antes tenían facultades que los convertían en líderes naturales de sus comunidades, en la actualidad ya no es así. La abstinencia sexual voluntaria es un camino emocionante y fecundo para quienes han sido llamados a una vida contemplativa y ascética, como lo fue en el judaísmo antiguo y en los primeros siglos del cristianismo, cuando no era una imposición a los sacerdotes.
El cardenal Robert Sarah con Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, hablan desde lo más hondo de sus corazones sobre:
El futuro de los sacerdotes,
El significado del sacerdocio católico y
El sentido del celibato.
A los noventa y dos años, el papa emérito parece firmar un texto de gran densidad intelectual, cultural y teológica, en el que se remonta a las fuentes del problema: la Escritura como Palabra de Dios. Su contundente análisis se completa con el texto del cardenal Robert Sarah, cuyo escrito irradia la fuerza, claridad y sabiduría propias de él:
«Estos últimos meses, mientras en el mundo resonaba el estruendo generado por un extraño sínodo mediático que se imponía sobre el sínodo real, hemos mantenido varios encuentros. Hemos intercambiado ideas e inquietudes. Hemos rezado y meditado en silencio. En cada uno de esos encuentros nos hemos confortado y tranquilizado mutuamente. Nuestras reflexiones, guiadas por dos voces diferentes, nos han llevado a cruzarnos algunas cartas. La semejanza de nuestras inquietudes y la coincidencia en nuestras conclusiones nos han decidido a poner el fruto de nuestro trabajo y de nuestra amistad espiritual a disposición de todos los fieles, a ejemplo de san Agustín».
El libro –como afirman, pues, los dos autores en la introducción–, es el fruto de las conversaciones y encuentros epistolares mantenidos en los últimos meses de 2019, en paralelo con la celebración del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía que en su documento final, los padres sinodales pedían con 128 votos a favor y 41 en contra –una amplia mayoría, si bien también era uno de los puntos con más votos contrarios– «ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable».
Esta petición, no vinculante, quedaba abierta a la espera de la exhortación postsinodal que el Papa Francisco preparava y cuya publicación todavía se espera.
Es la primera vez que Benedicto XVI, que en 2013 aseguró que mantendría silencio, se pronuncia sobre una cuestión sobre la que el Papa actual tiene que decidir. Aunque ya en abril del año 2019 dio a conocer una amplia reflexión sobre la crisis de abusos sexuales en el seno de la Iglesia.
Una propuesta aprobada por la mayoría de los 169 obispos que participaron en el Sínodo para la región amazónica celebrado en octubre 2019.
Lo que sí propone el texto papal es fomentar la autoridad de los laicos y la capacidad decisional de las mujeres en la región del Amazonas al tiempo que reconoce la urgencia de evitar que sus habitantes estén privados de los sacramentos de la misa y el perdón aun en las comunidades más remotas y escondidas. No obstante, deja claro que sólo los sacerdotes pueden llevarlos a cabo e ignora la solución de ordenar sacerdotes a hombres casados.
“Una Iglesia con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad (…). Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos”, señala el papa en el texto.
Francisco reconoce que facilitar solo una mayor presencia de curas “sería un objetivo muy limitado” si no se intenta también «provocar una nueva vida en las comunidades» que promueva el encuentro con la Palabra a través de variados servicios laicales, que suponen un proceso de preparación bíblica, doctrinal, espiritual y práctica diversos caminos de formación permanente”.
Bajo esta premisa, el papa recoge el guante de los obispos, pero pide «ampliar horizontes más allá de los conflictos». Según su análisis, el Sínodo vislumbró soluciones muy diversas para los problemas de evangelización que enfrenta la Amazonia, con escasas vocaciones y zonas de difícil acceso, por lo que valora que la verdadera respuesta está en “la superación de las dos propuestas, encontrando otros caminos mejores, quizás no imaginados”.
Para el papa esta solución intermedia no significa escapar de los problemas o dejar las cosas como están sino que trasciende “la dialéctica que limita la visión para poder reconocer así un don mayor que Dios está ofreciendo. La Amazonia nos desafía a superar perspectivas limitadas, soluciones pragmáticas que se quedan clausuradas en aspectos parciales de los grandes desafíos, para buscar caminos más amplios y audaces de inculturación”, incide.
La solución pasa por promover vocaciones indígenas, fomentar que los misioneros vayan a la Amazonia y revisar la estructura y el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de los curas para fomentar el diálogo con las culturas amazónicas y la misericordia sacerdotal.
«Esta acuciante necesidad me lleva exhortar a todos los Obispos, en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia”.
En cuanto a las mujeres, el Papa admite que la Iglesia debe estimular el surgimiento de otros servicios y carismas femeninos en la Amazonia para que las mujeres tengan “incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina”.
De este modo, reivindica su protagonismo en la región, que debe tener un reconocimiento público, pero rechaza que puedan celebrar la eucaristía porque esto supondría clericalizarlas. Por ello, aboga por que accedan a funciones y servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado.
Así, el pontífice pide que no se reduzca la comprensión de la Iglesia aestructuras funcionalesque llevaría a pensar que sólo se le “otorgaría a las mujeres un ‘status’ y una participación mayor en la Iglesia si se les diera acceso al Orden sagrado”.
Así, recuerda que Jesucristo es quien se presenta como Esposo de la comunidad “que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote» e insta a no encerrarse «en planteamientos parciales sobre el poder en la Iglesia”.
El Papa insta también a no convertir la Iglesia en una aduana que imponga una disciplina que excluya y aleje a los pobres y reconoce la necesidad de fomentar la formación de equipos misioneros itinerantes.
El Pontífice avisa de que con este modo de tratar la Amazonia, tanta vida y tanta hermosura están “tomando el rumbo del fin, aunque muchos quieran seguir creyendo que no pasa nada”. Por ello, aboga por un cambio en las personas, que acaben optando por un modo de vida más respetuoso, menos ansioso, más fraterno para lograr una ecología sana y sostenible.
Además, pide que el grito misionero se aleje de ser un simple código de doctrinas o un imperativo moral y tampoco se conforme con un mensaje social ante el riesgo de convertir a la Iglesia en una ONG más.
Por último, reivindica testimonios de santidad con rostro amazónico que no sean copias de modelos de otros lugares.
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4. MUERTE DE JOSEPH RATZINGER Y FUNERAL POR BENEDICTO XVI
Tras su renuncia su estado de salud fue empeorando progresivamente. En los últimos años sufrió de erisipela en la cara, una enfermedad infecciosa que se caracteriza por hinchazón y placas rojizas, que causa mucho picor y dolores agudos. También comenzó a desarrollar problemas respiratorios que para sus últimos meses afectaron a sus cuerdas vocales, impidiéndole hablar.
Días antes de fallecer, y cuando ya era manifiesto el deterioro de su salud, unido a su avanzada edad, el papa Francisco pidió «una oración especial» por el papa emérito.
Falleció el 31 de diciembre de 2022 a las 9:34 horas en la residencia del Monasterio Mater Ecclesiae de la Ciudad del Vaticano. Sus últimas palabras fueron «¡Señor, te amo!», pronunciadas durante la noche pocas horas antes de su muerte. El funeral se llevó a cabo el 5 de enero de 2023, y fue presidido por el papa Francisco.
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5. CRÍTICAS Y POLÉMICAS EN REFERENCIA A JOSEPH RATZINGER I BENEDICTO XVI
Ratzinger llevó las riendas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo que le hizo ganarse críticas de «duro» y «conservador» entre los sectores más progresistas de la Iglesia. Fue polémico su enfrentamiento con su amigo y rival, el teólogo Hans Küng, lo cual incrementó su fama de intransigente, acusación que el propio Küng no comparte. Ambos eran compañeros de juventud en la Universidad de Tubinga, donde ejercían como profesores de Dogmática y defendían de forma entusiasta las reformas aperturistas del Concilio Vaticano II.
Pero tras mayo de 1968, Ratzinger se fue haciendo más conservador y crítico con las posiciones teológicas más liberales y relativistas, mientras Hans Küng radicalizó su pensamiento y fue desarrollando una teología muy crítica con los dogmas (especialmente con el de la infalibilidad papal).
En 1979, laSanta Sede suspendió a teológicas más liberales y relativistas, mientras Hans Küng para oficiar como sacerdote y enseñar teología católica, polémica decisión que los partidarios de Küng atribuyeron a Ratzinger.
Sin embargo, en septiembre de 2005, unos meses después de iniciado su papado, Ratzinger invitó a Küng a su residencia en Castel Gandolfo para departir amistosamente sobre cuestiones teológicas en las que venía trabajando teológicas más liberales y relativistas, mientras Hans Küng y que interesaban al papa, aunque dejando de lado las viejas polémicas en torno a la dogmática. Küng, desde su ecumenismo, pensaba que Benedicto XVI podría llegar a ser el renovador de la Iglesia que como cardenal no fue
En una carta dirigida por el cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al cardenalTheodore McCarrick, arzobispo de Washington DC, y a monseñor Wilton Gregory, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, con ocasión de la reunión plenaria de primavera que este organismo, se sostiene una posible disparidad de opiniones entre los católicos hacia la pena de muerte, que contrasta con la posición sobre la eutanasia y el aborto:
«Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia».
«Si un católico discrepara con el Santo Padre sobre la aplicación de la pena de muerte o en la decisión de hacer la guerra, éste no sería considerado por esta razón indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a ejercer discreción y misericordia al castigar a criminales, aún sería lícito tomar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital».
… puede ser un primer paso para abrir la vía a una sexualidad más humana, vivida de otro modo.
El jueves 24 de mayo de 2012, el consejo de vigilancia del Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco del Vaticano votó a favor del cese del presidente, Ettori Gotti Tedeschi, un economista de 67 años, por supuestas «irregularidades en su gestión» (el IOR estaba siendo sometido desde hacía casi un año a una investigación judicial por supuesta violación de las normas de blanqueo de capitales).
Gotti Tedeschi, tras el voto de desconfianza y un durísimo comunicado, dimitió inmediatamente y declaró: «Prefiero no hablar. Si lo hiciera, solo diría palabras feas. Me debato entre el ansia de explicar la verdad y no querer turbar al Santo Padre con tales explicaciones». Un largo informe de Gotti Tedeschi tras su dimisión, escrito para ser entregado al papa, acabó en manos de la Fiscalía de Roma, al ser descubierto casualmente por la policía de Roma, que investigaba un caso totalmente ajeno.
La expulsión de Ettore Gotti Tedeschi por «irregularidades de su gestión» fue promovida por Benedicto XVI, así como su reemplazo por el barón Ernst von Freyberg.
El papa siguió de cerca la totalidad del proceso de selección y elección del nuevo presidente del Consejo Supervisor del Instituto para las Obras de Religión y expresó su completo consentimiento a la decisión de la Comisión cardenalicia.
Las publicaciones de Joseph Ratzinger alcanzan los 600 títulos, algunos de sus estudios no han sido publicados abiertamente, sino que ha sido dirigido para ciertos gremios, comisiones y documentos eclesiásticos, aquí se muestra una breve selección de su trabajo:
Ratzinger, Joseph, Un canto nuevo para el señor: la fe en Jesucristo y la liturgia hoy. Sígueme Ediciones, Salamanca, 1999.ISBN 84-301-1329-0.
Ratzinger, Joseph (2001). El espíritu de la liturgia. Madrid: Ediciones Cristiandad, S.A. ISBN8470574388.
Ratzinger, Joseph, Dios y el mundo: creer y vivir en nuestra época. Una conversación con Peter Seewald (Gott und die Welt). Barcelona, Galaxia Gutenberg; Círculo de Lectores (traducción de Rosa Pilar Blanco), 2002.ISBN 84-8109-371-8.
Ratzinger, Joseph, Fe, Verdad y Tolerancia: el Cristianismo y las religiones del mundo. Sígueme Ediciones (Traducción de Constantino Ruiz-Garrido), 3.ª edición, Salamanca, 2005. ISBN 84-301-1519-6.
Benedicto XVI, Luz del Mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald. Herder, Barcelona, 2010 ISBN 84-254-2756-8.
Ratzinger, Joseph (1977), Escatología, Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425425196.
Ratzinger, Joseph (1985), Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental. Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425415111.
Benedicto XVI, Fe, esperanza, amor. 365 invitaciones a reflexión, José L. Domingo Villar (Traducido por), Herder Editorial, Barcelona,ISBN 9788425429330.
Benedicto XVI, La bendición de la navidad, Herder Editorial, Barcelona,ISBN 9788425426025.
Ratzinger, Joseph, El nuevo pueblo de Dios, Herder Editorial, Barcelona,ISBN 9788425405884.
Ratzinger, Joseph, Servidor de vuestra alegría. Reflexiones sobre la espiritualidad sacerdotal, Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425424335.
Ratzinger, Joseph, Teoría de los principios teológicos, Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425415111.
Benedicto XVI, El resplandor de Dios en nuestro tiempo. Meditaciones sobre el año liturgico, Roberto H. Bernet (Traducido por), Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425425882.
Ratzinger, J. y Rahner, K., Revelación y tradición, Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425403958.
Ratzinger, J. y Rahner, K., Episcopado y primado, Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425405501.
Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio (Autores), Hacia un ecovangelio. El llamado ecológico de los Papas Benedicto y Franncisco, Libreria Editrice Vaticana (Traducido por), Herder Editorial, Barcelona, ISBN 9788425431357.
Joseph Ratzinger y Peter Seewald (Autores), Luz del mundo. El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald, Roberto H. Bernet (Traducido por), Herder Editorial, Barcelona,ISBN 9788425427565.
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3. VALORACIONS SOBRE BENET XVI «ANTE ET POST MORTEM»
3.1. LA RELACIÓN ENTRE HANS KÜNG Y JOSEPH A. RATZINGER, DOS AMIGOS CONTRAPUESTOS
Les es común a los tres las riquísimas lengua y cultura alemanas a las que los tres han correspondido con una ingente creación intelectual. Hans Küngmurió el día 6 de abril de laño 2021.
¿Cómo valorar la variada aportación de Hans Küng al quehacer teológico…? El punto de partida de su itinerario es el Concilio Vaticano II, al que saluda con un libro, que ya lleva título ecuménico: ‘Concilio y reunificación de la iglesia. Renovación como llamada a la unidad’ (1960).
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3.1.2. RELACIÓN ENTRE HANS KÜNG Y JOSEPH A. RATZINGER, DOS AMIGOS CONTRAPUESTOS
Ha aparecido un artículo en la revista “El Ciervo” (Mayo-Junio 2021, n.787) cuyo autor, Carlos Eymar, nos da la clave exacta entre los dos personajes relevantes de la vida cristiana, ambos amigos y profesores.
Uno –Hans Küng-, considerado un hijo difícil, y el otro –José L. Ratzinger-, ascendido al Pontificado, con ideas contrapuesta:
«Con la muerte del teólogo suizo Hans Küng (Sursee, 1928), el 6 de abril de 2021 desaparece una de las figuras imprescindibles para entender la historia de la Iglesia de los últimos sesenta años..
Pronto, con su libro “¿Infalible?” (1970), publicado con motivo de la Humanae Vitae, Küng se convirtió en el abanderado de la crítica implacable a un catolicismo romano que según él, había traicionado el espíritu conciliar.
Luego vino “Ser cristiano” (1975) best seller mundial, cuyas ideas fueron condenadas aquel mismo año por la Conferencia Episcopal alemana, como contrarias a la tradición de la Iglesia en ámbitos como el de la cristología.
Pero fue su artículo “Un año de Juan Pablo II”, publicado el 13 de octubre de 1979 en los principales diarios del mundo, el que hizo que el Papa Juan Pablo II ordenara incoar contra él un procedimiento, nada transparente, que culminó con la retirada de su misio canónica como teólogo católico en la facultad de teología de Tubinga.
Hans Küng pertenecía a una aristocracia de catedráticos alemanes de irradiación universal. Sembraba el mapamundi con alfileres de colores donde había impartido sus conferencias, y se codeaba con líderes mundiales como Kennedy, Kissinger, Blair, Koffi Annan…
Su indudable vocación ecuménica la llegó a realizar desde su condición de bon vivant, trabajando en ambientes confortables a la orilla del lago, con bodegas bien surtidas, pilotanto su Alfa Romeo o haciendo esquí acuático en las aguas de Creta.
Su caso aunque más mediático, se solopó con el de los teólogos Schillebeecks, Pohier o Pfürtner, y, provocando reacciones muy encontradas, hizo que, en el seno de la Iglesia, se suscitaran con hondo dramatismo las siguientes preguntas:
¿Hasta dónde puede llegar la libertad de investigación de un teólogo?,
Las diferentes respuestas a estas preguntas se han vuelto a repetir en los últimos días y, así, entre nosotros, el obispo Martínez Camino equipara a Küng con Arrio, mientras otros lo exaltan como el más católico de los teólogos o lo califican de “falso hereje”.
La prestigiosa revista Concilium, en cuya fundación él participó, defendió con uñas y dientes su catolicidad.
Rahner, tras la detenida lectura de “Ser cristiano”, afirmó no haber podido descubrir en ella “ninguna afrentas absoluta a un dogma definido”.
Küng, por su parte, no dejó de afirmar que se entendía a sí mismo como teólogo católico, que amaba profundamente a la Iglesia católica y que, por esta razón, no dejaría de trabajar por su renovación. También, por este motivo, rechazó las ofertas que le llegaron de las facultades de teología protestantes o de sus amigos evangélicos Jüngel o Moltman. Finalmente, la facultad de teología de Tubinga logró retenerlo segregando de ella el Instituto de teología ecuménica del que Küng fue director hasta su jubilación.
Mención aparte merece su curiosa relación con Ratzinger. Ambos, nacidos apenas con un año de diferencia, procedían de familias católicas conservadoras de la región alpina, ambos fueron monaguillos, jóvenes teólogos en el Concilio, colaboradores y amigos en la facultad de teología de Tubinga. Pero los dos nos muestran dos caminos muy diferentes de ser católico:
Küngdefiende una teología histórico crítica en la que ocupa un lugar preeminente la Escritura, el Jesús histórico. Y el paradigma científico de la modernidad.
Para Ratzinger, por el contrario, el centro de gravedad es el dogma, el Cristo de los Concilios helenísticos y un paradigma medieval en el que San Agustín y San Buenaventurabrillan con luz propia.
¿Son compatibles estos dos caminos?
Son muchos quienes abogan por la posibilidad de integrar una cristología ascendente como la que predica Küngcon el magisterio de la Iglesia, aunque ello no implique compartir sus fobias hacia el paradigma medieval, canto gregoriano, mística o exaltación de María incluidos.
Küng acentúa la libertad, la ruptura, la riqueza plural, mientras que…
Ratzinger exalta la tradición, la continuidad y la unidad.
La aparente contradicción de sus respectivas propuestas no obsta para que ambos protagonistas dialoguen y se respeten. Küng seguirá conservando su condición de sacerdote católico y “con todo cariño” agradece a Ratzinger las inolvidables horas de su encuentro en Castelgandolfo el 24 de septiembre de 2005, pocos meses después de su elección como Papa.
Asimismo, el papa Francisco, en mayo de 2013, agradece a Küng los libros que le ha enviado y le imparte su bendición. Lejos parecían quedar ya los días de 1980 en que Congar, en las páginas de Le Monde, salía en defensa de Küng con estas palabras:
«Iglesia de Dios, mi madre. ¿Qué estás haciendo con este hijo difícil que es mi hermano?»
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3.1.3. ALGUNAS OBRAS, ARTÍCULOS Y COMENTARIOS DE HANS KÜNG
3.2. ARTICLE DE RAMON ALCOBERRO A LA REVISTA «EL TEMPS»
El dia 7 de gener de 2022 apareix a la revista “El Temps” un article d’en Ramon Alcoberro intitulat «Benet XVI: Intelectual i Papa» en què ens mostra llums i ombres de la personalitat de Joseph Ratzinger, incident també amb la relació que va tenir amb el Països Catalans. L’esmentat article s’expressa així:
“El papa Ratzinger, conegut a Roma a l’època de Joan Pau II com el Panzerkardinal’ o “El rottweiler de Déu” passarà a la història potser com un dels personatges amb més matisos entre els que han ocupat la cadira de Pere (que ni és cadira, ni la va ocupar mai Pere, tot cal dir-ho!).
Com a teòleg, dues de les seves obres, Introducció al cristianisme (edició original, 1968) i Fe i futur (1970) sens dubte quedaran com a clàssiques i la seva batalla doctrinal amb Hans Küng s’explicarà a les universitats durant anys.
Home de la màxima confiança de Joan Pau, en poc més de 23 anys com a garant de l’ortodòxia des de la Congregació de la doctrina de la fe va aplicar a la vigilància de la fidelitat a la fe un zel inusitat. Va obrir fins a 120 processos contra teòlegs que considerava poc ortodoxos, entre els quals tots els teòlegs de l’alliberament, però com a Papa no va poder amb el pes d’una organització desgastada pels escàndols econòmics (i sexuals), tot i haver posat fre a conductes repugnants com les de Marcial Maciel, fundador de la polèmica congregació dels Legionarios de Cristo, de qui està demostrat que va abusar sexualment de prop de 175 menors al llarg de quatre dècades.
Com a papa alguns els veuran com un intent fracassat de continuar la línia conservadora marcada per Joan Pau II i com a pastor des dels Països Catalans serà el “culpable” d’haver nomenat cardenals dos personatges tan nefastos (el qualificatiu en aquest cas és pietós i es queda curt) com:
Ricard María Carles i
Antonio Cañizares.
Les seves dues estades als Països Catalans no seran recordades com un moment especialment gloriós del seu pontificat:
La visita de Benet XVI a València l’any 2006 en ocasió de l’Encuentro Mundial de las Familias va acabar literalment com el rosari de l’aurora, amb dues causes judicials, 19 condemnes i 20,3 milions d’euros (mal)gastats. Però això sí, tota la carcúndia local es va fotografiar amb un Papa… i això no té preu.
La consagració de la Sagrada Família a Barcelona el 2010 fou tota una altra cosa. La missa davant més 6.500 persones (aquest cronista hi era) va ser un èxit, malgrat els esforços dels ultres de Comunión y liberación per convertir la celebració en un acte polític amb crits de Viva Espanya que el mateix Papa va aturar decididament. En un moment determinat fins i tot va fer un gest d’emprenyat molt clar quan la secta de Kiko Argüello li impedí escoltar l’escolania i aconseguí silenciar-los. Però el que va quedar de l’acte va ser la penosa imatge de les Operàries diocesanes netejant l’altar a tota pressa, que va servir per posar l’accent en la situació subordinada de la dona en l’església. Els carrers, a més, van estar pràcticament buits.
A diferència del papa Wojtyła que havia estat obrer a la planta química Solvay i havia fet teatre (fins i tot va escriure algunes obres teatrals), Ratzinger era un universitari de timidesa proverbial. Com explica el seu biògraf Peter Seewald “no és un showman nat i quan es presenta en públic es posa nerviós, com els passa als actors amb trenta anys d’experiència”.
Potser un dels seus moments “polítics” més nefastos com a comunicador va ser el de deixar-se fotografiar l’any 2005 amb el tricorni de la Guàrdia Civil espanyola, en una audiència en mig de la plaça de Sant Pere del Vaticà. Fou una imatge que òbviament va fer molt mal al catolicisme català però que va excitar les més baixes passions dels ultres espanyols.
Qui no està dotat per al teatre, poca política pot fer. Bona part de la pèrdua d’influència social de l’Església catalana actual es pot adjudicar al pontificat Benet XVI, tot i que ell no en fos conscient. Potser això, que no en fos ni tan sols conscient, és el més greu.
L’home Ratziger hauria estat feliç a Roma estudiant teologia, escrivint llibres i anant d’en tant en tant a la Cantina Tirolese, on podia menjar el plat del dia per deu euros i prendre el pastís de poma, Apfelstrudel, que li recordava la seva Baviera natal. Però ni era un polític ni tenia idea del que era políticament correcte. Va ser víctima de moltes de les seves frases tretes de context i, especialment, de la seva incomprensió de l’Islam que l’any 2006 va provocar un conflicte colossal quan en un discurs a Ratisbona va dir que l’Islam havia fet coses “dolentes i inhumanes” frase que no era seva sinó una citació de Manuel II Peleòleg (un emperador bizantí dels segles XIV i XV). El Marroc, per exemple, va retirar el seu ambaixador al Vaticà.
Però tota la gent que el va tractar coincideixen a dir que en Benet XVI hi ha hagut dues persones diferents en una de sola:
L’intel·lectual, que era brillant, i
El polític, que no se’n va sortir.
El seu propi germà, Georg, també sacerdot, deia d’ell que “es prenia massa seriosament l’oposició” i que “quan treballa es concentra tant que es torna irritable i quan descansa torna a ser sociable”. Fernando Ocáriz, posteriorment prelat de l’Opus Dei, ha deixat constància que “se li podien expressar tranquil·lament opinions contràries a la seva i era ben clar que això no el molestava (…) Es notava que no li importaven les idees per ser seves, sinó la veritat” (Sobre Dios, la Iglesia y el mundo, 2013). Fins i tot Hans Küng, amb qui va sostenir una pugna teològica durant dècades, estava d’acord amb això.
En el fons, Ratzinger va topar amb dos problemes que no podia resoldre. La maquinària burocràtica de l’església catòlica era (i és!) massa feixuga i va per lliure. De fet, els seus intents per desmuntar l’organització ultra de mossèn Marcial Macial es va quedar en poca cosa i la seva dona i la seva filla continuen vivint folgadament a Madrid.
Però, sobre tot, Ratzinger va topar amb un problema filosòfic i teològic impossible: el catolicisme tradicional té poc espai en un món on la “tradició” (amb tantes cometes com es vulgui) esdevé molt poca cosa perquè la tecnologia l’ha destruïda de cap a peus. Cosa que segurament és una desgràcia, i fins i tot un drama, però que està resultant irreversible, almenys per ara.
Ratzinger va ser honest amb ell mateix i amb la seva missió, però no va ser feliç. El seu biògraf Peter Seewald, al llibre Benet XVI, una vida (2020) explica que en una de les seves converses abans de plegar com a papa li va demanar: “és vostè feliç?” i que li va respondre:
“Estic content amb la meva vida”.
Entre estar content amb la vida i ser feliç hi ha tot un món. Deixem-ho aquí».
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3.3. DESDE RELIGIÓN DIGITAL DEL 6 de enero de 2023:
BENEDICTO XVI, UN PAPA DE LA VIEJA CRISTIANDAD SEGÚN LA OPINIÓN DE LEONARDO BOFF
«Benedicto XVI, un Papa de la vieja cristiandad, con su pompa y su poder político-religioso. . Cada vez que muere un Papa, toda la comunidad eclesial y mundial se conmueve, porque ve en él al confirmador de la fe cristiana y al principio de unidad entre las diversas Iglesias locales. Se pueden hacer muchas interpretaciones de la vida y los actos de un Pontífice. Haré uno desde Brasil (de América Latina), ciertamente parcial e incompleto. Pero es importante señalar que:
El 23,18% de los católicos viven en Europa,
El 62% en América Latina y
El resto en África y Asia.
La Iglesia católica es una Iglesia del Segundo y del Tercer Mundo. Los futuros Papas procederán probablemente de estas Iglesias, llenas de vitalidad y con nuevos estilos de encarnar el mensaje cristiano en las culturas no occidentales.
En referencia a Benedicto XVI, hay que distinguir entre el teólogo Joseph Ratzinger y el Pontífice Benedicto XVI:
Como teólogo, no es un creador, sino un excelente expositor de la teología oficial.
Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró la ‘Vuelta a la Gran Disciplina’.
A pesar de sus limitaciones, pero por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado, debido a los límites de sus fuerzas, al oficio papal, seguramente será contado entre los bienaventurados.
El teólogo Joseph Alois Ratzinger es un típico intelectual y teólogo centroeuropeo, brillante y erudito. No es un creador, sino un excelente expositor de la teología oficial, como quedó claro en sus diversos diálogos públicos con ateos y agnósticos.
No introdujo nuevos puntos de vista, sino que dio un lenguaje diferente a los ya tradicionales, especialmente los basados en San Agustín y San Buenaventura. Quizá algo nuevo sea su propuesta de la Iglesia como un grupo pequeño, muy fiel y santo, como «representación» de la totalidad.
El número de fieles no le importaba. Le bastaba con el pequeño grupo altamente espiritual que ocupa el lugar de todos. Resulta que dentro de este grupo de puros y santos había pedófilos y personas implicadas en escándalos financieros, lo que desmoralizó su concepción de la Representación.
Otra postura singular, objeto de interminables controversias conmigo pero que ganó resonancia en la Iglesia, fue la interpretación de que la «Iglesia católica es la única Iglesia de Cristo». Las discusiones conciliares y el espíritu ecuménico cambiaron el «es» por el «subsiste». Así se abrió un camino para que la Iglesia de Cristo también «subsistiera» en otras Iglesias. Ratzinger siempre afirmó que este cambio no era más que otro sinónimo de «es», lo que una cuidadosa investigación de las actas teológicas del Concilio no confirmó. Pero siguió apoyando su tesis. También afirmó que las demás Iglesias no son Iglesias, sino que sólo tienen elementos eclesiales.
Incluso afirmó varias veces que esta postura mía se había hecho común entre los teólogos y que ello provocaba nuevas críticas del Papa.
Sin embargo, estaba aislado, porque había causado una gran decepción a las demás iglesias cristianas, como la luterana, la baptista, la presbiteriana y otras, al cerrar las puertas al diálogo ecuménico.
Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se mostró extremadamente duro e implacable.
Cerca de un centenar de los teólogos más destacados fueron condenados bien con la pérdida de su cátedra, bien con la prohibición de enseñar y escribir teología o, como en mi caso, con el «silencio obsequioso»:
En América Latina se censuró al fundador de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, a la teóloga Ivone Gebara y al autor de estas líneas.
Otros en EE.UU., como Charles Curran y R. Haight, se vieron afectados.
Incluso un teólogo indio, el padre Anthony de Mello, ya fallecido, vio prohibidos sus libros, al igual que otro indio, Belasurya.
Entendía la Iglesia como una especie de castillo fortificado contra los errores de la modernidad, situando la ortodoxia de la fe, siempre ligada a la verdad (su tonus firmus), como referencia principal. A pesar de su carácter personal sobrio y cortés, se mostró como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, extremadamente duro e implacable.
Los teólogos latinoamericanos, decepcionados, nunca han entendido por qué se prohibió la colección de 53 volúmenes «Teología y Liberación», en la que participaban decenas de teólogos (se publicaron unos 25 volúmenes). Era la primera vez que se producía, fuera de Europa, una obra teológica de envergadura con resonancia mundial. Pero pronto se abortó. El teólogo Joseph Ratzinger se mostró enemigo de los amigos de los pobres. Esto pasará a la historia de la teología.
Muchos teólogos afirman que estaba obsesionado con el marxismo, a pesar de que hacía ruido en la Unión Soviética.
Publicó un documento sobre la teología de la liberación, Libertatis nuntius (1984), lleno de advertencias pero sin condenas explícitas.
Otro documento posterior, Libertatis conscientia (1986) hace hincapié en sus elementos positivos, pero con demasiadas restricciones.
Podemos decir que nunca comprendió la centralidad de esta teología: la «opción de los pobres contra la pobreza y por la liberación».
Convirtió a los pobres en protagonistas de su liberación y no en meros receptores de la caridad y el paternalismo. Esta era la visión tradicional y la del Papa Benedicto XVI.
Sospechaba que había marxismo en este protagonismo del poder histórico de los pobres.
Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró la «Vuelta a la Gran Disciplina», con una clara tendencia restauradora y conservadora, hasta el punto de reintroducir la Misa en latín y de espaldas al pueblo.
Causó estupor general en la propia Iglesia cuando en el año 2000 publicó el documento «Dominus Jesus», en el que reafirmaba la vieja doctrina medieval, superada por el Concilio Vaticano II, según la cual «fuera de la Iglesia católica no hay salvación». Los no cristianos corrían grave peligro.
Una vez más negó el calificativo de «Iglesia» a las demás Iglesias, lo que provocó la irritación general, que sólo eran comunidades eclesiales, y con todo su ingenio se peleó con los musulmanes, los evangélicos, las mujeres y el grupo fundamentalista contra el Vaticano II.
A pesar de sus limitaciones, pero por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado, debido a los límites de sus fuerzas, al oficio papal, seguramente será contado entre los bienaventurados.
Su forma de dirigir la Iglesia no era carismática como la de Juan Pablo II. Se guiaba más por la ortodoxia y el celo vigilante por las verdades de fe que por la apertura al mundo y la ternura hacia el pueblo cristiano como el Papa Francisco.
Era un representante legítimo de la vieja cristiandad europea, con su pompa y su poder político-religioso. Rara vez se mostró abierto a otras culturas como las antiguas de América Latina, África y Asia. Nunca se deshizo de cierta arrogancia de ser el mejor y en nombre de ella colonizó el mundo entero, tendencia que aún no ha superado del todo».
3.4. JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS: BENEDICTO XVI, ¿DOCTOR DE LA IGLESIA SÚBITO? NO, POR FAVOR…!
Los mismos que, a la muerte de Juan Pablo II, comenzaron a gritar “santo súbito” y consiguieron una canonización irregular[1], gritan ahora a propósito de Benedicto XVI: “doctor de la Iglesia súbito”. ¿Quiénes son y por qué?
Podrían ser algunos de esos cardenales enemigos de Francisco. Pero si además me dijeran que entre los que reclaman eso hay gente de Vox, de la extrema derecha estadounidense, o el señor Orban, no me extrañaría. Lo que me temo mucho es que eso no lo piden por el bien de Ratzinger ni por el bien de la Iglesia sino en defensa de sus propios intereses. Pues ese modo de proceder de las fuerzas más reaccionarias y más carentes de argumentos, ha sido frecuente en la historia de la Iglesia. Déjeseme poner un par de ejemplos de ello.
1.- San Cirilo de Alejandría, que anduvo rozando la herejía monofisita, obsesionado además porque Alejandría conservase el título de “segunda Roma” (frente a la naciente Constantinopla) y maltratando a quienes no pensaban como él, figura hoy en el santoral donde no aparece el paciente y dialogante Juan de Antioquía que logró el acuerdo en él. Muchos siglos después un historiador de la Iglesia tuvo que escribir: “Cirilo es santo, pero no todas sus obras fueron santas”[2]. Y quienes tan alegremente lo elevaban a los altares no podían ni sospechar que, ya en nuestro siglo, un tal Amenábar filmaría una película (Ágora) donde la filósofa pagana Hipatia es maltratada y asesinada por culpa de san Cirilo. Con claras exageraciones también, pero con una base real. Decididamente, la historia es del color del interés con que se la mira.
Lo de la canonización “súbita” de Juan Pablo II tenía, en sí mismo, poca importancia: pues la teología dogmática de la BAC que me tocó estudiar, aclaraba (para tranquilidad de nuestro profesor) que cuando la Iglesia canoniza a alguien, solo se compromete en garantizar que “está en el cielo”. No dudo de que allí está aquel buen K. Wojtila que tuvo un final tan duro y que suplicaba que le dejasen “irse a la casa del Padre”.
Pero, para nosotros, el problema surge porque los fieles buscamos en los santos algo más que intercesores: necesitamos conductas que nos interpelen. Y no resulta muy interpelador el proceder de quien (en el caso Maciel) prefirió poner el buen nombre de la Iglesia por delante de la verdad y del dolor de las víctimas[3].
Como tampoco es ejemplar la conducta de quienes consiguieron eludir las normas canónicas para canonizar a Wojtila antes de tiempo. Y otra vez: no por amor a Juan Pablo II o a la Iglesia, sino creyendo que así protegían sus propios intereses menos confesables. Y, por supuesto, sin haber leído la Laborem exercens ni la Sollicitudo rei socialis que, de conocerlas, no les harían demasiada gracia; pero ellos sabían bien que la historia no se construye desde el conocimiento profundo y matizado de las cosas, sino desde imágenes mediáticas globales y simplistas.
2.- San Agustín, con un proceder semejante al de los monofisitas con san Cirilo fue el de los jansenistas. Por ellos hablaba san Agustín, y quienes los contradecían solo eran herejes pelagianos. Ignoraban que si Agustín es genial cuando habla de la Gracia, roza a veces la herejía cuando habla del pecado, sobre todo en sus últimas obras de anciano, pesimista y desilusionado ante los tiempos que le tocó vivir. Pero ellos pretendían que esas obras finales no expresaban la decepción, sino la madurez de Agustín[4].
Estos dos ejemplos confirman algo de lo que más me ha impresionado a lo largo de mi ya larga vida: la absoluta falta de la más elemental caridad en gentes que dicen defender al cristianismo (y de los que cabe suponer que, como cristianos, habrán leído y meditado la primera carta de Juan).
Esos ejemplos solo pretenden que no nos extrañemos ante estas otras prisas por convertir a Ratzinger en “doctor prematuro de la Iglesia”.
Si pasamos ahora a ese “doctorado eclesial” reclamado con tanta prisa, quien esté un poco metido en la historia de la teología reciente, sabrá que hay otros nombres como Congar, Rahner, Gustavo Gutiérrez o Schillebeeckx, que merecerían ese título tanto o más que Ratzinger.
Su obra sobre Jesús de Nazaret es un buen texto (con algunas deficiencias por miedo a la crítica histórica), pero que no pasa de ser uno más entre la increíble cantidad de textos jesuánicos de autores como Duquoc, Moingt, Sobrino, J. L. Segundo, L. Boff, Theissen y otros mil más, que resultan además mucho más interpeladores…
Ratzinger combatió con plena razón el relativismo que nos envuelve y que nos está llevando a una sociedad de falsos absolutos: a la sociedad sin matices, donde todo matiz es ya una gran traición.
Pero lo combatió ya anciano, azotándolo desde fuera en vez de superarlo desde dentro.
Eso otro hubiera sido un modo de proceder, mucho más cristiano, pero mucho más difícil y más propio de un gran doctor.
Si ahora salimos un momento de la teología y miramos la política, podremos comprobar que este modo interesado de proceder en provecho propio, no es un comportamiento exclusivamente eclesiástico sino, con palabras de Nietzsche: “humano, demasiado humano”.
En poco tiempo hemos visto al señor Macron que pasaba de llamar “dictador” a Nicolás Maduro, a llamarle “presidente” (en la COP27). Y uno pensaba: ¡qué bien! ¿Eso significa que Maduro ha cambiado? Pero resulta que no: sólo significaba que Venezuela tiene petróleo y Francia se enfrenta a problemas energéticos por culpa de la guerra de Ucrania… Entenderemos así que todos los conservadores, que con tanta prisa reclaman ese título de doctor de la Iglesia para Ratzinger, lo hacen también porque carecen de “petróleo teológico”.
Por favor pues, hermanos: todo eso de Dios es algo demasiado serio como para que lo convirtamos en un arma en favor de los intereses propios. A semejante modo de proceder, los evangelios lo califican de fariseísmo. El título de doctor de la Iglesia debe alcanzarse cuando, pasado un tiempo, se comprueba el bien que siguen haciendo sus obra:
Ahí está Teresa de Ávila tantas veces denunciada a la Inquisición.
Ahí está, como propuesta hecha precisamente por Ratzinger (y sin las prisas de quienes ahora le manipulan), esa figura impresionante de J. H. Newman, tildado de traidor y de hereje durante casi toda su vida (como Jesús fue tildado de “comedor y bebedor, amigo de putas y publicanos”).
Dicho con palabras del mismo Ratzinger: “El signo característico del gran doctor de la Iglesia es, en mi opinión, que él no enseña solo con su pensamiento y sus discursos sino también con su vida ya que, en él, pensamiento y vida se complementan y se determinan recíprocamente.
Si esto es cierto, entonces Newman pertenece a los grandes doctores de la iglesia porque, al mismo tiempo, él toca nuestro corazón e ilumina nuestro pensamiento” [5].
Por favor, pues, otra vez: no banalicemos algo tan tremendamente serio como es la fe cristiana».
[1] Las normas canónicas para la canonización prescriben que no se inicie ningún proceso hasta pasados cinco años de la muerte; antes eran 50, como medida sensata para evitar fanatismos; pero se rebajó ese límite para que no desaparecieran pruebas. Wojtila murió el 2005 y en el 2009 ya había sido declarado “venerable”.
[2] Frase de Tillemont citada por P. Camelot, Ephèse et Calcédoine (Paris 1962), p. 35.
[3] Remito al libro La voluntad de no saber, de Alberto Athié, José Barba y Fernando González (alguno de ellos exlegionario y víctima de Maciel), editado en México en 2012. Allí se lee (p. 199) que, cuando después de muchos esfuerzos, se le hizo llegar al cardenal Ratzinger un dossier lo más completo posible, la respuesta de éste fue: “lo lamento mucho pero el caso del p. Maciel no se puede abrir porque es una persona muy querida del santo padre y ha hecho mucho bien a la Iglesia. Lo lamento monseñor”. El balance de hoy sería más bien que pocas personas han hecho más daño a la Iglesia que M. Maciel…
[4] Para la historia y significado del jansenismo (que me parece fundamental en todo el conservadurismo eclesiástico actual) me permito remitir a Plenitud humana. Reflexiones sobre la verdad, Santander 2022, pp. 299-332.
[5] Palabras pronunciadas por el entonces cardenal Ratzinger en 1990, centenario de la muerte de J.H. Newman. Ojalá estas palabras toquen el corazón de quienes ahora dan la sensación de estar manipulándolo en beneficio de sus intereses conservadores.
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3.5. ENTREVISTA EXCLUSIVA A GEORG GÄNSWEIN SOBRE BENEDICTO XVI
El 22 de noviembre de 2022, Andreas Thonhauser, de la oficina de EWTN en el Vaticano, entrevistó en profundidad al arzobispo Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia y secretario personal de Benedicto XVI, sobre:
Su día a día,
El legado del Papa emérito,
Aspectos de su Pontificado y
Su espiritualidad.
Trabajó con él desde 1995, y vivió con él en el monasterio Mater Ecclesiae tras su renuncia.
A sus 66 años, la perspectiva de Gänswein sobre Benedicto XVI es única, cercana y profunda:
3.6. HOMILIA DE FRANCISCO EN EL FUNERAL DE BENET XVI EN EL ESCENARIO DE LA PLAZA DE SAN PEDRO
José Lorenzo, redactor-jefe de la Revista religiosa «Vida Nueva», nos describe el escenario de la Plaza de Sant Pedro del Vaticano en el funeral de Benedicto XVI el día 5 de enero de 2023:
Más que sus esporádicos encuentros en el convento Mater Eclesiae, rezando juntos e la pequeña capilla, este funeral ha vindicado la unión que existía en su servicio entre dos papas que logaron cohabitar a pesar de las zancadillas
Ahora, Francisco es ya el único Papa. Una situación novedosa para él, con lo que comienza una nueva etapa, probablemente la última de su pontificado, en la que deberá acelerar las reformas, probablemente a través del Sínodo sobre la Sinodalidad, pero ya, también, sin que, de alguna manera, Benedicto XVI “le guarde las espaldas”, como dijo en una ocasión Bergoglio.
Ceremonia sencilla, sobria. Como había pedido el propio Benedicto XVI. Y homilía sincera, agradecida y sutilmente reivindicadora de la figura del papa difunto que reposaba en el triple ataúd, a los pies del altar, la que pronunció, en el histórico funeral de esta mañana, su sucesor, el papa Francisco.
Para los gourmets de los detalles en actos destinados a marcar hitos en la historia, en este caso la de la Iglesia católica, tampoco ha habido aspectos reseñables, como si la modestia del propio Joseph Ratzinger así lo hubiese pedido a los elementos.
Un cielo cubierto que dejaba girones de niebla en la cúpula de San Pedro y realzaba la solemnidad del momento, menos desapacible que cuando, quien ahora reposaba a los pies del principal templo de la cristiandad, ofició en el mismo lugar las exequias de su querido Juan Pablo II.
No hubo aquel viento que antecede a las primaveras jugando con las hojas del Evangeliario depositado sobre el féretro de Karol Wojtyla. Y aunque, como era de esperar, brotaron los cánticos más o menos espontáneos que, como entonces, reclamaban el santo subito para el Papa alemán, todo fue mucho más contenido, sin tanto agitar de pancartas y gritos que, en oleadas, rebotaban una y otra vez con la columnata de Bernini. El tímido Ratzinger parecía querer abandonar sin demasiadas alharacas por última vez (de momento) la Plaza de San Pedro, aunque, eso sí, entre cálidos y agradecidos aplausos.
La homilía de Francisco, esperada con gran expectación, casi tanta como la suscitada en los últimos días por saber si renunciará pronto, cosa que de momento no contempla, fue tan sobria como el resto de la ceremonia, sin máximas, sin grandilocuencias, sin panegíricos a su predecesor, pero llena de calado, algo que tal vez algunos confundan con superficialidad o, incluso, lugares comunes de esos que se dicen tirando de manual y frases que se suelen repetir de manera mecánica en estos actos.
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Son las últimas palabras que el Señor pronunció en la cruz; su último suspiro —podríamos decir— capaz de confirmar lo que selló toda su vida: un continuo entregarse en las manos de su Padre. Manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos.
El Señor, abierto a las historias que encontraba en el camino, se dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio, hasta ver sus manos llagadas por amor: «Aquí están mis manos» (Jn 20,27), le dijo a Tomás, y lo dice a cada uno de nosotros. Mira mis manos. Manos llagadas que salen al encuentro y no cesan de ofrecerse para que conozcamos el amor que Dios nos tiene y creamos en él (cf. 1 Jn 4,16).[1]
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» es la invitación y el programa de vida que inspira y quiere moldear como un alfarero (cf. Is 29,16) el corazón del pastor, hasta que latan en él los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5).
Entrega agradecida de servicio al Señor y a su Pueblo, que nace por haber acogido un don totalmente gratuito: “Tú me perteneces… tú les perteneces”, susurra el Señor; “tú estás bajo la protección de mis manos, bajo la protección de mi corazón. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas”.[2] Es la condescendencia de Dios y su cercanía, capaz de ponerse en las manos frágiles de sus discípulos para alimentar a su pueblo y decir con Él: tomen y coman, tomen y beban, esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes (cf. Lc 22,19).
Entrega orante que se forja y acrisola silenciosamente entre las encrucijadas y contradicciones que el pastor debe afrontar (cf. 1 P 1,6-7) y la confiada invitación a apacentar el rebaño (cf. Jn 21,17). Como el Maestro, lleva sobre sus hombros el cansancio de la intercesión y el desgaste de la unción por su pueblo, especialmente allí donde la bondad está en lucha y sus hermanos ven peligrar su dignidad (cf. Hb 5,7-9). En este encuentro de intercesión donde el Señor va gestando esa mansedumbre capaz de comprender, recibir, esperar y apostar más allá de las incomprensiones que esto puede generar. Fecundidad invisible e inaferrable, que nace de saber en qué manos se ha puesto la confianza (cf. 2 Tm 1,12). Confianza orante y adoradora, capaz de interpretar las acciones del pastor y ajustar su corazón y sus decisiones a los tiempos de Dios (cf. Jn 21,18): «Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia».[3]
Y también en la entrega sostenida por la consolación del Espíritu, que lo espera siempre en la misión: en la búsqueda apasionada por comunicar la hermosura y la alegría el Evangelio (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 57), en el testimonio fecundo de aquellos que, como María, permanecen de muchas maneras al pie de la cruz, en esa dolorosa pero recia paz que no agrede ni avasalla; y en la obstinada pero paciente esperanza en que el Señor cumplirá su promesa, como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre (cf. Lc 1,54-55).
También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida (cf. Mt 25,6-7).
San Gregorio Magno, al finalizar la Regla pastoral, invitaba y exhortaba a un amigo a ofrecerle esta compañía espiritual, y dice así: «En medio de las tempestades de mi vida, me alienta la confianza de que tú me mantendrás a flote en la tabla de tus oraciones, y que, si el peso de mis faltas me abaja y humilla, tú me prestarás el auxilio de tus méritos para levantarme». Es la conciencia del Pastor que no puede llevar solo lo que, en realidad, nunca podría soportar solo y, por eso, es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado.[4] Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor.
Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años. Queremos decir juntos: “Padre, en tus manos encomendamos su espíritu”.
Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz.
4. VISIONADOS DE LA VIDA DE JOSEPH RATZINGER, PAPA BEBEDICTO XVI