30 abril, 2024

EN LA MORT DE BENET XVI: UNA PROFECIA SOBRE EL FUTUR DE L’ESGLESIA / LA SEVA BIOGRAFIA / VALORACIONS DEL SEU PONTIFICAT «ANTE ET POST MORTEM»

1. VISIÓ PROFÈTICA DE JOSEPH RATZINGER I EL FUTUR DE L’ESGLÉSIA

«Una Iglesia redimensionada, con menos seguidores, obligada incluso a abandonar buena parte de los lugares de culto que ha construido a lo largo de los siglos. Una Iglesia católica de minoría, poco influyente en las decisiones políticas, socialmente irrelevante, humillada y obligada a «volver a empezar desde los orígenes…

…Pero también una Iglesia que, a través de esta enorme sacudida, se reencontrará a sí misma y renacerá «simplificada y más espiritual».

Es la profecía sobre el futuro del cristianismo que pronunció hace 40 años un joven teólogo bávaro, Joseph Ratzinger. Redescubrirla en estos momentos tal vez ayuda a ofrecer otra clave de interpretación para descifrar la renuncia de Benedicto XVI, porque coloca el sorprendente gesto de Joseph Ratzinger en su lectura de la historia.

 

La profecía cerró un ciclo de lecciones radiofónicas que el entonces profesor de teología pronunció en 1969, en un momento decisivo de su vida y de la vida de la Iglesia. Eran los años turbulentos de:

.

Joseph Ratzinger, uno de los protagonistas del Concilio, acababa de dejar la turbulenta Universidad de Tubinga y se había refugiado en la Universidad de Ratisbona, un poco más serena.

Como teólogo, Joseph Ratzinger, estaba aislado, después de haberse alejado de las interpretaciones del Concilio Vaticano II  por parte  de sus amigos “progres” Hans Küng, Edward Schillebeeckx y Karl Rahner.

En ese periodo se fueron consolidando nuevas amistades con los teólogos Hans Urs von Balthasar y Henri de Lubac, con quienes habría fundado la revista “Communio”, que se habría convertido en el espacio para algunos jóvenes sacerdotes “ratzingerianos” que hoy son cardenales, todos ellos indicados como posibles sucesores de Benedicto XVI:

No fue así, puesto que a la renuncia de Benedicto XVI, fue elegido Giorgio Bergoglio, papa con el nombre de Francisco.

 

Era el complejo 1969 y el futuro Papa, en cinco discursos radiofónicos poco conocidos (y que la Ignatius Press publicó hace tiempo en el volumen “Faith and the Future”), expuso su visión sobre el futuro del hombre y de la Iglesia.

La última lección, que fue leída el día de Navidad ante los micrófonos de la Hessian Rundfunk, tenía todo el tenor de una profecía.

Joseph Ratzinger dijo que estaba convencido de que la Iglesia estaba viviendo una época parecida a la que vivió después de la Ilustración y de la Revolución francesa:

«Nos encontramos en un enorme punto de cambio –explicaba– en la evolución del género humano. Un momento con respecto al cual el paso de la Edad Media a los tiempos modernos parece casi insignificante».

El profesor Joseph Ratzinger comparaba la época actual con la del Papa Pío VI, raptado por las tropas de la República francesa y muerto en prisión en 1799. En esa época, la Iglesia se encontró frente a frente con una fuerza que pretendía cancelarla para siempre.

Una situación parecida, explicaba, podría vivir la Iglesia de hoy, golpeada, según Joseph Ratzinger, por la tentación de reducir a los sacerdotes a meros «asistentes sociales» y la propia obra a mera presencia política:

«De la crisis actual –afirmaba– surgirá una Iglesia que habrá perdido mucho. Será más pequeña y tendrá que volver a empezar más o menos desde el inicio. Ya no será capaz de habitar los edificios que construyó en tiempos de prosperidad. Con la disminución de sus fieles, también perderá gran parte de los privilegios sociales».

Pero volverá a empezar con pequeños grupos, con movimientos y gracias a una minoría que volverá a la fe como centro de la experiencia:

«Será una Iglesia más espiritual, que no suscribirá un mandato político coqueteando ya con la Izquierda, ya con la Derecha. Será pobre y se convertirá en la Iglesia de los indigentes».

Lo que Joseph Ratzinger exponía era:

«Un largo proceso, pero cuando pase todo el trabajo, surgirá un gran poder de una Iglesia más espiritual y simplificada». Entonces, los hombres descubrirán que viven en un mundo de «indescribible soledad, y cuando se den cuenta de que perdieron de vista a Dios, advertirán el horror de su pobreza».

«Entonces, y solo entonces -concluía Ratzinger-, verán a ese pequeño rebaño de creyentes como algo completamente nuevo: lo descubrirán como una esperanza para sí mismos, la respuesta que siempre habían buscado en secreto».

 

.

Joseph RatzingerJoseph Ratzinger ha sido una de las mentes más lúcidas que ha dado el siglo XX. Ha sido el 265 Papa de la Iglesia Católica bajo el nombre de Benedicto XVI, prefecto de la importante Congregación de la Doctrina de la Fe durante 24 años, decano del Colegio cardenalicio y anteriormente arzobispo de Múnich, cátedra a la que llegó siendo un simple sacerdote.

Y ante todo ha sido y es un gran teólogo, uno de los grandes, lo que le ha permitido dejar una impresionante obra a sus espaldas, siendo además uno de los más jóvenes participantes en el Concilio Vaticano II.

Ahora que descansa, y en donde ha fallecido, tras los muros del convento-monasterio Mater Eclessiae en una vida de oración y de estudio y la perspectiva permite una visión más relajada, se van conociendo más datos de la vida del Papa emérito.

Y éstos muestran el gran discernimiento que ha tenido para leer los signos de los tiempos y cómo afectarían a la sociedad actual en general y a la Iglesia Católica en particular.

Las conferencias radiofónicas, anteriormente citadas, fueron recogidas más tarde en un libro que en español se ha reeditado como Fe y futuro.

Precisamente en el quinto punto de este libro el joven teólogo alemán reflexionaba sobre con qué aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000.

Más de cuarenta años después, este pensamiento de Joseph Ratzinger se manifiesta como de gran actualidad y lo que eran unos pensamientos razonados con el tiempo se han convertido en una especie de profecías, pues detectó de manera casi exacta lo que ha ocurrido en la Iglesia hasta hoy. Sus charlas radiofónicas se produjeron en uno de los momentos de mayor inestabilidad de la historia contemporánea: 

Mientras tanto, en la Iglesia se vivían los confusos años del postconcilio y los problemas que surgieron en todo el mundo en su interpretación.

Por todo ello, estas reflexiones se convierten más que nunca en unas profecías que permiten entender de manera aún más clara a Benedicto XVI, su lucha contra el relativismo y apuesta fiel por el diálogo entre fe y razón.

Joseph Ratzinger, al que le faltaban aún varios años para ser obispo, aclaraba que:

«Un teólogo no es un adivino y tampoco un futurólogo y explicaba que su oficio establece lo que es calculable, y tiene que dejar pendiente lo que no es calculable…» 

Y, tras analizar el ayer y el hoy, reflexionaba sobre ese mañana que aparecía en el horizonte con el tercer milenio:

«El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual»», afirmaba el joven sacerdote alemán.

En ese contexto alertaba de lo que pasaría años más tarde y que acabó convirtiéndose en uno de los mayores problemas internos de la propia Iglesia:

«El sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia», auguraba el años más tarde Papa.

Sobre la presencia de la institución en el mundo agregaba que:

«De la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad».

Tal y como luego se ha demostrado años más tarde en Occidente, Joseph Ratzinger afirma que la Iglesia:

«Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión».

Es decir, una Iglesia en la que los fieles lo serían por plena elección y donde en muchas ocasiones supusiese ir contracorriente.

De este modo, añade que:

«El proceso será largo y doloroso.La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica.  El proceso de cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños»

Sin embargo, a continuación resaltaba que:

«Tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado». Y, en su opinión, «experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo».

Y así, concluye el Joseph Ratzinger de 1969: 

«Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da la vida y esperanza más allá de la muerte».

.

2. BIOGRAFIA DE BENET XVI DES DEL NAIXEMENT A LA SEVA MORT

Benedicto XVI (en latínBenedictus PP. XVI), de nombre secular Joseph Aloisius Ratzinger (MarktlBavieraAlemania16 de abril de 1927Ciudad del Vaticano31 de diciembre de 2022 fue el 265. papa de la Iglesia católica y el séptimo soberano de la Ciudad del Vaticano, desde el 19 de abril de 2005 hasta su renuncia el 28 de febrero de 2013.

Comenzó a ser conocido en su competencia intelectual:

Como cardenal de la Iglesia, estuvo presente en tres cónclaves:

El 28 de febrero de 2013, renunció al papado asumiendo el título de papa emérito, con la intención de dedicarse a la oración y al retiro espiritual. Su renuncia fue anunciada por él mismo el 11 de febrero de 2013, y supuso una decisión excepcional en la historia de la Iglesia, ya que, si bien el sumo pontífice más próximo que renunció al papado fue Gregorio XII (1415), el precedente de Celestino V (1294) es el único del que puede asegurarse que fue de forma libre y voluntaria.

Tras su renuncia, se celebró el cónclave del que resultó elegido el cardenal Jorge Mario Bergoglioarzobispo de Buenos Aires, como romano pontífice, que tomó el nombre de Francisco.

Hablaba diez idiomas, de los que dominó por lo menos seis: alemánitalianofrancéslatíninglés y español. Además, leía el griego antiguo y el hebreo. Fue miembro de varias academias científicas de Europa y recibió ocho doctorados honoris causa de diferentes universidades, así como numerosos premios y distinciones a lo largo de su vida.

Fue un experto pianista y su compositor favorito era Mozart. Fue el sexto papa alemán desde Víctor II y el más longevo de la historia. La revista Time llegó a incluirlo en la lista de las cien personas más influyentes del mundo.

Falleció la mañana del 31 de diciembre de 2022, a los 95 años de edad, en el monasterio Mater Ecclesiae, situado en la Ciudad del Vaticano, del que había hecho su residencia tras su renuncia al papado. Su funeral tuvo lugar el 5 de enero de 2023 en la plaza de San Pedro, tras el cual fue enterrado en las grutas vaticanas.

[Para saber más del relato textual, cabe pulsar la palabra o enunciado coloreado de azul]

Desde 1946 hasta 1951 Ratzinger estudió teología católica y filosofía en la Escuela Superior de Filosofía y Teología de Frisinga, así como en el Ducal Georgianum de la Universidad de Múnich, cuya formación teológica estaba por aquel entonces fuertementente influida por el movimiento bíblicolitúrgico y ecuménico del tiempo entre las dos Guerras Mundiales.

1.3. SACERDOTE, ARZOBISPO Y CARDENAL

3. VALORACIONS SOBRE BENET XVI «ANTE ET POST MORTEM»

3.1.  LA RELACIÓN ENTRE HANS KÜNG Y JOSEPH A. RATZINGER, DOS AMIGOS CONTRAPUESTOS

3.1.1.  ¿QUIÉN ES HANS KÜNG…?

Hans Küng, nació a SurseeLucernaSuiza el 19.03.1928 i murió a TubingaBaden-WurtembergAlemania el 06.04. Fue un sacerdote católicoteólogo y Hans Küngo. Desde 1995 hasta 2013 fue presidente de la Fundación por una Ética Mundial (Stiftung Weltethos). Küng fue «un sacerdote católico en activo».​ Famoso por su postura contra la infalibilidad papal. Profesor emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga desde 1996. A pesar de no tener permiso de la Santa Sede para enseñar teología católica, ni su obispo ni la Santa Sede han revocado sus facultades sacerdotales.

.

 

.

3.2. ARTICLE DE RAMON ALCOBERRO A LA REVISTA «EL TEMPS»

El dia 7 de gener de 2022 apareix a la revista “El Temps” un article d’en Ramon Alcoberro intitulat «Benet XVI: Intelectual i Papa» en què ens mostra llums i ombres de la personalitat de Joseph Ratzinger, incident també amb la relació que va tenir amb el Països Catalans. L’esmentat article s’expressa així:

“El papa Ratzinger, conegut a Roma a l’època de Joan Pau II com el Panzerkardinal’ o “El rottweiler de Déu” passarà a la història potser com un dels personatges amb més matisos entre els que han ocupat la cadira de Pere (que ni és cadira, ni la va ocupar mai Pere, tot cal dir-ho!).

Com a teòleg, dues de les seves obres, Introducció al cristianisme (edició original, 1968) i Fe i futur (1970) sens dubte quedaran com a clàssiques i la seva batalla doctrinal amb Hans Küng s’explicarà a les universitats durant anys.

Home de la màxima confiança de Joan Pau, en poc més de 23 anys com a garant de l’ortodòxia des de la Congregació de la doctrina de la fe va aplicar a la vigilància de la fidelitat a la fe un zel inusitat. Va obrir fins a 120 processos contra teòlegs que considerava poc ortodoxos, entre els quals tots els teòlegs de l’alliberament, però com a Papa no va poder amb el pes d’una organització desgastada pels escàndols econòmics (i sexuals), tot i haver posat fre a conductes repugnants com les de Marcial Maciel, fundador de la polèmica congregació dels Legionarios de Cristo, de qui està demostrat que va abusar sexualment de prop de 175 menors al llarg de quatre dècades.

Com a papa alguns els veuran com un intent fracassat de continuar la línia conservadora marcada per Joan Pau II i com a pastor des dels Països Catalans serà el “culpable” d’haver nomenat cardenals dos personatges tan nefastos (el qualificatiu en aquest cas és pietós i es queda curt) com:

  • Ricard María Carles i
  • Antonio Cañizares.

 

Les seves dues estades als Països Catalans no seran recordades com un moment especialment gloriós del seu pontificat:

 

  • La visita de Benet XVI a València l’any 2006 en ocasió de l’Encuentro Mundial de las Familias va acabar literalment com el rosari de l’aurora, amb dues causes judicials, 19 condemnes i 20,3 milions d’euros (mal)gastats. Però això sí, tota la carcúndia local es va fotografiar amb un Papa… i això no té preu.
  • La consagració de la Sagrada Família a Barcelona el 2010 fou tota una altra cosa. La missa davant més 6.500 persones (aquest cronista hi era) va ser un èxit, malgrat els esforços dels ultres de Comunión y liberación per convertir la celebració en un acte polític amb crits de Viva Espanya que el mateix Papa va aturar decididament. En un moment determinat fins i tot va fer un gest d’emprenyat molt clar quan la secta de Kiko Argüello li impedí escoltar l’escolania i aconseguí silenciar-los. Però el que va quedar de l’acte va ser la penosa imatge de les Operàries diocesanes netejant l’altar a tota pressa, que va servir per posar l’accent en la situació subordinada de la dona en l’església. Els carrers, a més, van estar pràcticament buits.

A diferència del papa Wojtyła que havia estat obrer a la planta química Solvay i havia fet teatre (fins i tot va escriure algunes obres teatrals), Ratzinger era un universitari de timidesa proverbial. Com explica el seu biògraf Peter Seewald “no és un showman nat i quan es presenta en públic es posa nerviós, com els passa als actors amb trenta anys d’experiència”.

Potser un dels seus moments “polítics” més nefastos com a comunicador va ser el de deixar-se fotografiar l’any 2005 amb el tricorni de la Guàrdia Civil espanyola, en una audiència en mig de la plaça de Sant Pere del Vaticà. Fou una imatge que òbviament va fer molt mal al catolicisme català però que va excitar les més baixes passions dels ultres espanyols.

Qui no està dotat per al teatre, poca política pot fer. Bona part de la pèrdua d’influència social de l’Església catalana actual es pot adjudicar al pontificat Benet XVI, tot i que ell no en fos conscient. Potser això, que no en fos ni tan sols conscient, és el més greu.

L’home Ratziger hauria estat feliç a Roma estudiant teologia, escrivint llibres i anant d’en tant en tant a la Cantina Tirolese, on podia menjar el plat del dia per deu euros i prendre el pastís de poma, Apfelstrudel, que li recordava la seva Baviera natal. Però ni era un polític ni tenia idea del que era políticament correcte. Va ser víctima de moltes de les seves frases tretes de context i, especialment, de la seva incomprensió de l’Islam que l’any 2006 va provocar un conflicte colossal quan en un discurs a Ratisbona va dir que l’Islam havia fet coses “dolentes i inhumanes” frase que no era seva sinó una citació de Manuel II Peleòleg (un emperador bizantí dels segles XIV i XV). El Marroc, per exemple, va retirar el seu ambaixador al Vaticà.

Però tota la gent que el va tractar coincideixen a dir que en Benet XVI hi ha hagut dues persones diferents en una de sola:

  • L’intel·lectual, que era brillant, i
  • El polític, que no se’n va sortir.

El seu propi germà, Georg, també sacerdot, deia d’ell que “es prenia massa seriosament l’oposició” i que “quan treballa es concentra tant que es torna irritable i quan descansa torna a ser sociable”. Fernando Ocáriz, posteriorment prelat de l’Opus Dei, ha deixat constància que “se li podien expressar tranquil·lament opinions contràries a la seva i era ben clar que això no el molestava (…) Es notava que no li importaven les idees per ser seves, sinó la veritat” (Sobre Dios, la Iglesia y el mundo, 2013). Fins i tot Hans Küng, amb qui va sostenir una pugna teològica durant dècades, estava d’acord amb això.

En el fons, Ratzinger va topar amb dos problemes que no podia resoldre. La maquinària burocràtica de l’església catòlica era (i és!) massa feixuga i va per lliure. De fet, els seus intents per desmuntar l’organització ultra de mossèn Marcial Macial es va quedar en poca cosa i la seva dona i la seva filla continuen vivint folgadament a Madrid.

Però, sobre tot, Ratzinger va topar amb un problema filosòfic i teològic impossible: el catolicisme tradicional té poc espai en un món on la “tradició” (amb tantes cometes com es vulgui) esdevé molt poca cosa perquè la tecnologia l’ha destruïda de cap a peus. Cosa que segurament és una desgràcia, i fins i tot un drama, però que està resultant irreversible, almenys per ara.

Ratzinger va ser honest amb ell mateix i amb la seva missió, però no va ser feliç. El seu biògraf Peter Seewald, al llibre Benet XVI, una vida (2020) explica que en una de les seves converses abans de plegar com a papa li va demanar: “és vostè feliç?” i que li va respondre:

“Estic content amb la meva vida”.

Entre estar content amb la vida i ser feliç hi ha tot un món. Deixem-ho aquí».

.

3.3. DESDE RELIGIÓN DIGITAL DEL 6 de enero de 2023:

BENEDICTO XVI, UN PAPA DE LA VIEJA CRISTIANDAD SEGÚN LA OPINIÓN DE LEONARDO BOFF

Así se expressa Leonardo Boff:

«Benedicto XVI, un Papa de la vieja cristiandad, con su pompa y su poder político-religioso. . Cada vez que muere un Papa, toda la comunidad eclesial y mundial se conmueve, porque ve en él al confirmador de la fe cristiana y al principio de unidad entre las diversas Iglesias locales. Se pueden hacer muchas interpretaciones de la vida y los actos de un Pontífice. Haré uno desde Brasil (de América Latina), ciertamente parcial e incompleto. Pero es importante señalar que:

  • El 23,18% de los católicos viven en Europa,
  • El 62% en América Latina y
  • El resto en África y Asia.

La Iglesia católica es una Iglesia del Segundo y del Tercer Mundo. Los futuros Papas procederán probablemente de estas Iglesias, llenas de vitalidad y con nuevos estilos de encarnar el mensaje cristiano en las culturas no occidentales.

En referencia a Benedicto XVI, hay que distinguir entre el teólogo Joseph Ratzinger y el Pontífice Benedicto XVI:

  • Como teólogo, no es un creador, sino un excelente expositor de la teología oficial.
  • Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró la ‘Vuelta a la Gran Disciplina’.

A pesar de sus limitaciones, pero por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado, debido a los límites de sus fuerzas, al oficio papal, seguramente será contado entre los bienaventurados.

El teólogo Joseph Alois Ratzinger es un típico intelectual y teólogo centroeuropeo, brillante y erudito. No es un creador, sino un excelente expositor de la teología oficial, como quedó claro en sus diversos diálogos públicos con ateos y agnósticos.

  • No introdujo nuevos puntos de vista, sino que dio un lenguaje diferente a los ya tradicionales, especialmente los basados en San Agustín y San Buenaventura. Quizá algo nuevo sea su propuesta de la Iglesia como un grupo pequeño, muy fiel y santo, como «representación» de la totalidad.
  • El número de fieles no le importaba. Le bastaba con el pequeño grupo altamente espiritual que ocupa el lugar de todos. Resulta que dentro de este grupo de puros y santos había pedófilos y personas implicadas en escándalos financieros, lo que desmoralizó su concepción de la Representación.

Otra postura singular, objeto de interminables controversias conmigo pero que ganó resonancia en la Iglesia, fue la interpretación de que la «Iglesia católica es la única Iglesia de Cristo». Las discusiones conciliares y el espíritu ecuménico cambiaron el «es» por el «subsiste». Así se abrió un camino para que la Iglesia de Cristo también «subsistiera» en otras Iglesias. Ratzinger siempre afirmó que este cambio no era más que otro sinónimo de «es», lo que una cuidadosa investigación de las actas teológicas del Concilio no confirmó. Pero siguió apoyando su tesis. También afirmó que las demás Iglesias no son Iglesias, sino que sólo tienen elementos eclesiales.

Incluso afirmó varias veces que esta postura mía se había hecho común entre los teólogos y que ello provocaba nuevas críticas del Papa.

Sin embargo, estaba aislado, porque había causado una gran decepción a las demás iglesias cristianas, como la luterana, la baptista, la presbiteriana y otras, al cerrar las puertas al diálogo ecuménico.

Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se mostró extremadamente duro e implacable.

Cerca de un centenar de los teólogos más destacados fueron condenados bien con la pérdida de su cátedra, bien con la prohibición de enseñar y escribir teología o, como en mi caso, con el «silencio obsequioso»:

 

  • En América Latina se censuró al fundador de la Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, a la teóloga Ivone Gebara y al autor de estas líneas.
  • Otros en EE.UU., como Charles Curran y R. Haight, se vieron afectados.
  • Incluso un teólogo indio, el padre Anthony de Mello, ya fallecido, vio prohibidos sus libros, al igual que otro indio, Belasurya.

Entendía la Iglesia como una especie de castillo fortificado contra los errores de la modernidad, situando la ortodoxia de la fe, siempre ligada a la verdad (su tonus firmus), como referencia principal. A pesar de su carácter personal sobrio y cortés, se mostró como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, extremadamente duro e implacable.

Los teólogos latinoamericanos, decepcionados, nunca han entendido por qué se prohibió la colección de 53 volúmenes «Teología y Liberación», en la que participaban decenas de teólogos (se publicaron unos 25 volúmenes). Era la primera vez que se producía, fuera de Europa, una obra teológica de envergadura con resonancia mundial. Pero pronto se abortó. El teólogo Joseph Ratzinger se mostró enemigo de los amigos de los pobres. Esto pasará a la historia de la teología.

 

Muchos teólogos afirman que estaba obsesionado con el marxismo, a pesar de que hacía ruido en la Unión Soviética.

 

 

  • Publicó un documento sobre la teología de la liberación, Libertatis nuntius (1984), lleno de advertencias pero sin condenas explícitas.
  • Otro documento posterior, Libertatis conscientia (1986) hace hincapié en sus elementos positivos, pero con demasiadas restricciones.

Podemos decir que nunca comprendió la centralidad de esta teología: la «opción de los pobres contra la pobreza y por la liberación».

Convirtió a los pobres en protagonistas de su liberación y no en meros receptores de la caridad y el paternalismo. Esta era la visión tradicional y la del Papa Benedicto XVI.

Sospechaba que había marxismo en este protagonismo del poder histórico de los pobres.

Como Pontífice, Benedicto XVI inauguró la «Vuelta a la Gran Disciplina», con una clara tendencia restauradora y conservadora, hasta el punto de reintroducir la Misa en latín y de espaldas al pueblo.

 

  • Causó estupor general en la propia Iglesia cuando en el año 2000 publicó el documento «Dominus Jesus», en el que reafirmaba la vieja doctrina medieval, superada por el Concilio Vaticano II, según la cual «fuera de la Iglesia católica no hay salvación». Los no cristianos corrían grave peligro.
  • Una vez más negó el calificativo de «Iglesia» a las demás Iglesias, lo que provocó la irritación general, que sólo eran comunidades eclesiales, y con todo su ingenio se peleó con los musulmanes, los evangélicos, las mujeres y el grupo fundamentalista contra el Vaticano II.

A pesar de sus limitaciones, pero por sus virtudes personales y por la humildad de haber renunciado, debido a los límites de sus fuerzas, al oficio papal, seguramente será contado entre los bienaventurados.

Su forma de dirigir la Iglesia no era carismática como la de Juan Pablo II. Se guiaba más por la ortodoxia y el celo vigilante por las verdades de fe que por la apertura al mundo y la ternura hacia el pueblo cristiano como el Papa Francisco.

Era un representante legítimo de la vieja cristiandad europea, con su pompa y su poder político-religioso. Rara vez se mostró abierto a otras culturas como las antiguas de América Latina, África y Asia. Nunca se deshizo de cierta arrogancia de ser el mejor y en nombre de ella colonizó el mundo entero, tendencia que aún no ha superado del todo».

Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator

.

3.4. JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS: BENEDICTO XVI, ¿DOCTOR DE LA IGLESIA SÚBITO? NO, POR FAVOR…!

Los mismos que, a la muerte de Juan Pablo II, comenzaron a gritar “santo súbito” y consiguieron una canonización irregular[1], gritan ahora a propósito de Benedicto XVI: “doctor de la Iglesia súbito”. ¿Quiénes son y por qué?

Podrían ser algunos de esos cardenales enemigos de Francisco. Pero si además me dijeran que entre los que reclaman eso hay gente de Vox, de la extrema derecha estadounidense, o el señor Orban, no me extrañaría. Lo que me temo mucho es que eso no lo piden por el bien de Ratzinger ni por el bien de la Iglesia sino en defensa de sus propios intereses. Pues ese modo de proceder de las fuerzas más reaccionarias y más carentes de argumentos, ha sido frecuente en la historia de la Iglesia. Déjeseme poner un par de ejemplos de ello.

1.- San Cirilo de Alejandría, que anduvo rozando la herejía monofisita, obsesionado además porque Alejandría conservase el título de “segunda Roma” (frente a la naciente Constantinopla) y maltratando a quienes no pensaban como él, figura hoy en el santoral donde no aparece el paciente y dialogante Juan de Antioquía que logró el acuerdo en él. Muchos siglos después un historiador de la Iglesia tuvo que escribir: “Cirilo es santo, pero no todas sus obras fueron santas”[2]. Y quienes tan alegremente lo elevaban a los altares no podían ni sospechar que, ya en nuestro siglo, un tal Amenábar filmaría una película (Ágora) donde la filósofa pagana Hipatia es maltratada y asesinada por culpa de san Cirilo. Con claras exageraciones también, pero con una base real. Decididamente, la historia es del color del interés con que se la mira.

Lo de la canonización “súbita” de Juan Pablo II tenía, en sí mismo, poca importancia: pues la teología dogmática de la BAC que me tocó estudiar, aclaraba (para tranquilidad de nuestro profesor) que cuando la Iglesia canoniza a alguien, solo se compromete en garantizar que “está en el cielo”. No dudo de que allí está aquel buen K. Wojtila que tuvo un final tan duro y que suplicaba que le dejasen “irse a la casa del Padre”.

  • Pero, para nosotros, el problema surge porque los fieles buscamos en los santos algo más que intercesores: necesitamos conductas que nos interpelen. Y no resulta muy interpelador el proceder de quien (en el caso Maciel) prefirió poner el buen nombre de la Iglesia por delante de la verdad y del dolor de las víctimas[3].
  • Como tampoco es ejemplar la conducta de quienes consiguieron eludir las normas canónicas para canonizar a Wojtila antes de tiempo. Y otra vez: no por amor a Juan Pablo II o a la Iglesia, sino creyendo que así protegían sus propios intereses menos confesables. Y, por supuesto, sin haber leído la Laborem exercens ni la Sollicitudo rei socialis que, de conocerlas, no les harían demasiada gracia; pero ellos sabían bien que la historia no se construye desde el conocimiento profundo y matizado de las cosas, sino desde imágenes mediáticas globales y simplistas.

2.- San Agustín, con un proceder semejante al de los monofisitas con san Cirilo fue el de los jansenistas. Por ellos hablaba san Agustín, y quienes los contradecían solo eran herejes pelagianos. Ignoraban que si Agustín es genial cuando habla de la Gracia, roza a veces la herejía cuando habla del pecado, sobre todo en sus últimas obras de anciano, pesimista y desilusionado ante los tiempos que le tocó vivir. Pero ellos pretendían que esas obras finales no expresaban la decepción, sino la madurez de Agustín[4].

Estos dos ejemplos confirman algo de lo que más me ha impresionado a lo largo de mi ya larga vida: la absoluta falta de la más elemental caridad en gentes que dicen defender al cristianismo (y de los que cabe suponer que, como cristianos, habrán leído y meditado la primera carta de Juan).

Esos ejemplos solo pretenden que no nos extrañemos ante estas otras prisas por convertir a Ratzinger en “doctor prematuro de la Iglesia”.

  • Si pasamos ahora a ese “doctorado eclesial” reclamado con tanta prisa, quien esté un poco metido en la historia de la teología reciente, sabrá que hay otros nombres como Congar, Rahner, Gustavo Gutiérrez o Schillebeeckx, que merecerían ese título tanto o más que Ratzinger. 
  • Su obra sobre Jesús de Nazaret es un buen texto (con algunas deficiencias por miedo a la crítica histórica), pero que no pasa de ser uno más entre la increíble cantidad de textos jesuánicos de autores como Duquoc, Moingt, Sobrino, J. L. Segundo, L. Boff, Theissen y otros mil más, que resultan además mucho más interpeladores…

Ratzinger combatió con plena razón el relativismo que nos envuelve y que nos está llevando a una sociedad de falsos absolutos: a la sociedad sin matices, donde todo matiz es ya una gran traición.

Pero lo combatió ya anciano, azotándolo desde fuera en vez de superarlo desde dentro.

Eso otro hubiera sido un modo de proceder, mucho más cristiano, pero mucho más difícil y más propio de un gran doctor.

Si ahora salimos un momento de la teología y miramos la política, podremos comprobar que este modo interesado de proceder en provecho propio, no es un comportamiento exclusivamente eclesiástico sino, con palabras de Nietzsche: “humano, demasiado humano”.

En poco tiempo hemos visto al señor Macron que pasaba de llamar “dictador” a Nicolás Maduro, a llamarle “presidente” (en la COP27). Y uno pensaba: ¡qué bien! ¿Eso significa que Maduro ha cambiado? Pero resulta que no: sólo significaba que Venezuela tiene petróleo y Francia se enfrenta a problemas energéticos por culpa de la guerra de Ucrania… Entenderemos así que todos los conservadores, que con tanta prisa reclaman ese título de doctor de la Iglesia para Ratzinger, lo hacen también porque carecen de “petróleo teológico”.

Por favor pues, hermanos: todo eso de Dios es algo demasiado serio como para que lo convirtamos en un arma en favor de los intereses propios. A semejante modo de proceder, los evangelios lo califican de fariseísmo. El título de doctor de la Iglesia debe alcanzarse cuando, pasado un tiempo, se comprueba el bien que siguen haciendo sus obra:

  • Ahí está Teresa de Ávila tantas veces denunciada a la Inquisición.
  • Ahí está, como propuesta hecha precisamente por Ratzinger (y sin las prisas de quienes ahora le manipulan), esa figura impresionante de J. H. Newman, tildado de traidor y de hereje durante casi toda su vida (como Jesús fue tildado de “comedor y bebedor, amigo de putas y publicanos”).

Dicho con palabras del mismo Ratzinger: “El signo característico del gran doctor de la Iglesia es, en mi opinión, que él no enseña solo con su pensamiento y sus discursos sino también con su vida ya que, en él, pensamiento y vida se complementan y se determinan recíprocamente.

Si esto es cierto, entonces Newman pertenece a los grandes doctores de la iglesia porque, al mismo tiempo, él toca nuestro corazón e ilumina nuestro pensamiento” [5].

Por favor, pues, otra vez: no banalicemos algo tan tremendamente serio como es la fe cristiana».

[1] Las normas canónicas para la canonización prescriben que no se inicie ningún proceso hasta pasados cinco años de la muerte; antes eran 50, como medida sensata para evitar fanatismos; pero se rebajó ese límite para que no desaparecieran pruebas. Wojtila murió el 2005 y en el 2009 ya había sido declarado “venerable”.
[2] Frase de Tillemont citada por P. Camelot, Ephèse et Calcédoine (Paris 1962), p. 35.
[3] Remito al libro La voluntad de no saber, de Alberto Athié, José Barba y Fernando González (alguno de ellos exlegionario y víctima de Maciel), editado en México en 2012. Allí se lee (p. 199) que, cuando después de muchos esfuerzos, se le hizo llegar al cardenal Ratzinger un dossier lo más completo posible, la respuesta de éste fue: “lo lamento mucho pero el caso del p. Maciel no se puede abrir porque es una persona muy querida del santo padre y ha hecho mucho bien a la Iglesia. Lo lamento monseñor”. El balance de hoy sería más bien que pocas personas han hecho más daño a la Iglesia que M. Maciel…
[4] Para la historia y significado del jansenismo (que me parece fundamental en todo el conservadurismo eclesiástico actual) me permito remitir a Plenitud humana. Reflexiones sobre la verdad, Santander 2022, pp. 299-332.
[5] Palabras pronunciadas por el entonces cardenal Ratzinger en 1990, centenario de la muerte de J.H. Newman. Ojalá estas palabras toquen el corazón de quienes ahora dan la sensación de estar manipulándolo en beneficio de sus intereses conservadores.

.

(Pulsar el enunciado)
.
3.6. HOMILIA DE FRANCISCO EN EL FUNERAL DE BENET XVI EN EL ESCENARIO DE LA PLAZA DE SAN PEDRO

José Lorenzo, redactor-jefe de la Revista religiosa «Vida Nueva»nos describe el escenario de la Plaza de Sant Pedro del Vaticano en el funeral de Benedicto XVI el día 5 de enero de 2023:

Más que sus esporádicos encuentros en el convento Mater Eclesiae, rezando juntos e la pequeña capilla, este funeral ha vindicado la unión que existía en su servicio entre dos papas que logaron cohabitar a pesar de las zancadillas

Ahora, Francisco es ya el único Papa. Una situación novedosa para él, con lo que comienza una nueva etapa, probablemente la última de su pontificado, en la que deberá acelerar las reformas, probablemente a través del Sínodo sobre la Sinodalidad, pero ya, también, sin que, de alguna manera, Benedicto XVI “le guarde las espaldas”, como dijo en una ocasión Bergoglio.

Ceremonia sencilla, sobria. Como había pedido el propio Benedicto XVI. Y homilía sincera, agradecida y sutilmente reivindicadora de la figura del papa difunto que reposaba en el triple ataúd, a los pies del altar, la que pronunció, en el histórico funeral de esta mañana, su sucesor, el papa Francisco.

Para los gourmets de los detalles en actos destinados a marcar hitos en la historia, en este caso la de la Iglesia católica, tampoco ha habido aspectos reseñables, como si la modestia del propio Joseph Ratzinger así lo hubiese pedido a los elementos.

Un cielo cubierto que dejaba girones de niebla en la cúpula de San Pedro y realzaba la solemnidad del momento, menos desapacible que cuando, quien ahora reposaba a los pies del principal templo de la cristiandad, ofició en el mismo lugar las exequias de su querido Juan Pablo II.

No hubo aquel viento que antecede a las primaveras jugando con las hojas del Evangeliario depositado sobre el féretro de Karol Wojtyla. Y aunque, como era de esperar, brotaron los cánticos más o menos espontáneos que, como entonces, reclamaban el santo subito para el Papa alemán, todo fue mucho más contenido, sin tanto agitar de pancartas y gritos que, en oleadas, rebotaban una y otra vez con la columnata de Bernini. El tímido Ratzinger parecía querer abandonar sin demasiadas alharacas por última vez (de momento) la Plaza de San Pedro, aunque, eso sí, entre cálidos y agradecidos aplausos.

 

UNA HOMILÍA CON DOBLE FONDO LA DE FRANCISCO, EL PAPA GIORGIO BERGOGLIO

(pulsar el enunciado)

La homilía de Francisco, esperada con gran expectación, casi tanta como la suscitada en los últimos días por saber si renunciará pronto, cosa que de momento no contempla, fue tan sobria como el resto de la ceremonia, sin máximas, sin grandilocuencias, sin panegíricos a su predecesor, pero llena de calado, algo que tal vez algunos confundan con superficialidad o, incluso, lugares comunes de esos que se dicen tirando de manual y frases que se suelen repetir de manera mecánica en estos actos.

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Son las últimas palabras que el Señor pronunció en la cruz; su último suspiro —podríamos decir— capaz de confirmar lo que selló toda su vida: un continuo entregarse en las manos de su Padre. Manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos.

El Señor, abierto a las historias que encontraba en el camino, se dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio, hasta ver sus manos llagadas por amor: «Aquí están mis manos» (Jn 20,27), le dijo a Tomás, y lo dice a cada uno de nosotros. Mira mis manos. Manos llagadas que salen al encuentro y no cesan de ofrecerse para que conozcamos el amor que Dios nos tiene y creamos en él (cf. 1 Jn 4,16).[1]

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» es la invitación y el programa de vida que inspira y quiere moldear como un alfarero (cf. Is 29,16) el corazón del pastor, hasta que latan en él los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5).

Entrega agradecida de servicio al Señor y a su Pueblo, que nace por haber acogido un don totalmente gratuito: “Tú me perteneces… tú les perteneces”, susurra el Señor; “tú estás bajo la protección de mis manos, bajo la protección de mi corazón. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas”.[2] Es la condescendencia de Dios y su cercanía, capaz de ponerse en las manos frágiles de sus discípulos para alimentar a su pueblo y decir con Él: tomen y coman, tomen y beban, esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes (cf. Lc 22,19).

Entrega orante que se forja y acrisola silenciosamente entre las encrucijadas y contradicciones que el pastor debe afrontar (cf. 1 P 1,6-7) y la confiada invitación a apacentar el rebaño (cf. Jn 21,17). Como el Maestro, lleva sobre sus hombros el cansancio de la intercesión y el desgaste de la unción por su pueblo, especialmente allí donde la bondad está en lucha y sus hermanos ven peligrar su dignidad (cf. Hb 5,7-9). En este encuentro de intercesión donde el Señor va gestando esa mansedumbre capaz de comprender, recibir, esperar y apostar más allá de las incomprensiones que esto puede generar. Fecundidad invisible e inaferrable, que nace de saber en qué manos se ha puesto la confianza (cf. 2 Tm 1,12). Confianza orante y adoradora, capaz de interpretar las acciones del pastor y ajustar su corazón y sus decisiones a los tiempos de Dios (cf. Jn 21,18): «Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia».[3]

Y también en la entrega sostenida por la consolación del Espíritu, que lo espera siempre en la misión: en la búsqueda apasionada por comunicar la hermosura y la alegría el Evangelio (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 57), en el testimonio fecundo de aquellos que, como María, permanecen de muchas maneras al pie de la cruz, en esa dolorosa pero recia paz que no agrede ni avasalla; y en la obstinada pero paciente esperanza en que el Señor cumplirá su promesa, como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre (cf. Lc 1,54-55).

También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida (cf. Mt 25,6-7).

San Gregorio Magno, al finalizar la Regla pastoral, invitaba y exhortaba a un amigo a ofrecerle esta compañía espiritual, y dice así: «En medio de las tempestades de mi vida, me alienta la confianza de que tú me mantendrás a flote en la tabla de tus oraciones, y que, si el peso de mis faltas me abaja y humilla, tú me prestarás el auxilio de tus méritos para levantarme». Es la conciencia del Pastor que no puede llevar solo lo que, en realidad, nunca podría soportar solo y, por eso, es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado.[4] Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor.

Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años. Queremos decir juntos: “Padre, en tus manos encomendamos su espíritu”.

Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz.

 

4. VISIONADOS DE LA VIDA DE JOSEPH RATZINGER, PAPA BEBEDICTO XVI

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *