30 abril, 2024

EN LA MORT D’EN FERNANDO GARCÍA ADRIÁN

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+ 02.01.2008 EN LA MORT D’EN FERNANDO GARCÍA ADRIÁN

A los compañeros de curso: A lo largo de estas últimas semanas hemos estado muy pendientes de la evolución de la enfermedad de nuestro compañero / hermano Fernando García, acompañándole con el deseo cercano a favor de una pronta recuperación en su salud malherida. Hay quien lo ha visitado a menudo donde estuviera (Josep Ma Llorens y esposa), otros nos hemos acercado hasta su domicilio de Ripoll (Gumer V. y yo mismo) i/o habitación del Hospital de Sant Pablo de BCN (Luís Álvarez. y yo mismo), así como otros compañeros y conocidos…

Ahora mismo me acaba de telefonear Josep Ma Llorens quien me notifica que, entrada la noche de hoy, Fernando ha fallecido en su domicilio de Ripoll. El próximo viernes, día 4 de enero, a las 10:30 y en el propio Tanatorio de Ripoll , se celebrará el acto cristiano del funeral. Sirvan estas líneas de notificación urgente para que, en la medida de tus posibilidades tengas la oportunidad de conocer la triste noticia junto con la ocasión para recordarlo en tu reflexión personal, asistir con tu presencia al acto funerario o, desde la lejanía de donde te encuentres, elevar una plegaria…

En nuestra visita hace unas semanas, en el Hospital de Sant Pau  de BCN, nos decía a Luís y a mí textualmente que «gracias a la formación recibida en la casa de D. Bosco, soy capaz de afrontar la malignidad de mis sufrimientos con entereza y visión cristiana» . Ha sufrido hasta el final y consciente de que su vida mortal llegaba a su fin, cerrado ante la esperanza humana, se abrió al destino poniendo sus mermadas fuerzas en las manos de Dios…

… Y como no puede ser de otra manera a este navarro sencillo y valiente, honesto y de convicciones recias como la tierra dura de su Valtierra natal, amigo de todos, buen luchador y valiente, adaptado entre el mar mediterráneo (sus años vividos en Mataró) y la montaña pirinenca (Ripoll, cuna de Cataluña), hemos de dedicarle una despedida / encuentro sobre la «vida» que es «muerte» y la «muerte» que es «nacimiento».

Y por esto, recogiendo de mis propios pensamientos y sentimientos aquello que en su momento dejé escrito, en una entrevista que me hicieron, ahí van unas ideas hilvanadas, entre literarias y profundas, pero que cualquiera de nosotros puede hacer suyas, sea desde una visión cristiana convencida o bien, y simplemente, desde un ángulo de visión profundamente humano:

El misteri / l’enigma més gran de la condició humana n’és la mort. La persona humana viu inquieta no només pel dolor i la dissolució progressiva del cos, sinó també –i molt més- pel temor a la desaparició perpètua.

En el fons -sempre que hi hagi un mínim de reflexió sobre aquesta qüestió- tothom acaba rebutjant la pròpia ruïna total i la desfeta certa i definitiva de sí mateix.

Però com una llavor poderosa o un ferment inquiet de desitjos d’eternitat i irreductible a la sola matèria, hom es rebel·la contra la mort perquè cap creació o invent humà ha estat capaç -fins al dia d’avui- d’apaivagar aquesta set de perllongament cap a una vida ulterior o aturar aquest pas transcendental.

Tanmateix, si la nostra capacitat d’investigació intel·lectual fracassa davant del misteri de la mort, els batecs dels cors de cadascú ens diuen que repassem els ensenyaments i les vivències que vàrem rebre d’infants , i que al llarg del temps hem anat escatint entre alguns clars i molts obscurs, per albirar la mort com la porta d’un nou naixement, des de la convicció cristiana de la Bona Nova de Jesús.

Finalment, i si se’m permet en aquest tros d’espai, hi deixo escrites dues estrofes poètiques ben clàssiques que, entrellaçant la naixença i la mort, així com el traspàs de la caducitat de les coses a la vida immarcescible, diuen així:

Amics meus: quan arribi el meu nadal / -Nadal de l’esperit que no s’esmica-, enrameu-me el taüt amb boixerica / i, damunt del Crist mort, en el capçal, / poseu-m’hi una «nadala» ben bonica.

I quan vingui aquella hora de temença /  en què s’acluquin aquests ull humans, / obriu-me’n, Senyor, uns altres de més grans / per contemplar la vostra faç immensa. / Sia’m la mort una major naixença!

Se trata del Misterio Pascual escondido dentro del Misterio de la Navidad que, dentro del pensamiento cristiano, se ofrece como reflexión desde la fe…! El misterio de la vida y de la muerte. Descanse en paz y que Fernando, allende del espacio y del tiempo, nos recuerde también a todos nosotros mientras peregrinamos entre certezas, convicciones, nostalgias y dudas…

Así pues, de nuevo, la presencia de la hermana muerte nos suscita la reflexión sobre la caducidad de las cosas y la inestabilidad de nuestra vida, siempre sujeta a las coordenadas del tiempo y del espacio finitos, a la vez que nos imbuye de sentimientos de añoranza. Con todo, la reflexión sobre el Misterio Pascual de Cristo nos muestra cómo la muerte rompe las ataduras que tiene amarrada nuestra frágil nave en el mar terrenal y de qué manera la resurrección transforma los anhelos más íntimos en vida para siempre, a pesar de las limitaciones e incertidumbres.

El ciclo de la naturaleza nos lleva a entrever el misterio de la muerte / vida y constituye un paradigma de nuestra propia existencia:

  • La primavera feliz del nacimiento, de los primeros años y de la juventud…
  • El verano dorado de la edad madura…
  • El otoño de los años crecidos, tiempo de decrepitud inexorable…
  • El invierno helado con la presencia de la muerte cercana…

Y sucede en el balanceo del Misterio Pascual -desde la reflexión cristiana-, el pensamiento donde descubrimos que de la muerte renace la potencia de una nueva vida.

Hemos percibido, en los últimos meses, el peso y el pesar de tristes noticias como es la cruz de la desaparición de personas relacionadas con nuestra vida. silenciosamente y a escondidas, en el frío invierno, la hermana muerte se nos ha llevado personas bienqueridas que, haciendo de la Cuaresma camino hacia la Pascua, nos recuerdan la presencia de Cristo visible entre el fermento de la buena gente y que, a través de la lucha de cada día, se han esforzado por mejorar el pequeño terruño que le ha tocado en suerte vivir.

La consideración de la muerte, lejos de entristecernos, llena de esperanza cristiana a mucha gente, en la seguridad que al llegar aquella hora de temorCristo -el Salvador- acompañará con su Pascua a dar el paso de esta vida a la eterna, un viaje definitivo que conduce a un cielo nuevo y a una tierra nueva, con la seguridad de resucitar con Él en una fiesta perpetua donde todas las incertidumbres quedaran colmadas por las certezas en el gozo indefectible de la visión del Dios de la Luz.

Una vez más la vida cristiana empuja a contemplar la realidad de la muerte, siempre dolorosa, desde el ángulo luminoso de la fe y la esperanza para que el amor con que Dios ama consuele a los que quedan en la tierra.

Es preciso tener en cuenta y meditar la experiencia de la muerte inexorable como una meta a la que siempre se llega y recordar a todas aquellas personas que durante su vida mortal nos han contagiando su buen hacer con la huella de todas aquellas cualidades dignas de imitación.

Ojalá que la esperanza de vivir la plenitud de Cristo ayude a gozar, durante nuestra vida terrenal, todo aquello que es digno, amable, virtuoso…, para hacer camino hacia aquella región ignota, pero deseada, que los cristianos llaman la vida eterna de allá el cielo.

 

En esta ocasión podemos recoger la plegaria por excelencia que Jesús dejó como ejemplo, activando la oración en el momento de dirigirla al Padre común. Y lo podemos hacemos espigando dos sencillas invocaciones que nos conducen hacia una reflexión profunda:

 

– «Hágase tu voluntad». Hacer la voluntad de Dios rehuye cualquier tipo de pasividad, al contrario, supone una lucha constante para mejorar las condiciones adversas de nuestra vida y las de los demás. Supone, en definitiva, acoger la vida y aceptarla, pero para superarla y trascenderla a través de todos los medios que la ciencia y la técnica ponen a nuestra consideración. Supone sacar fuerzas de donde parece que ya se han agotado y seguir el camino con cantos de alegría…

– «Danos el pan de cada día». El pan es el símbolo del alimento, no sólo material, sino también de fuerza espiritual. El pan, fruto de la tierra y del trabajo de los hombres, dánoslo, Señor, para que sólo con este alimento tengamos la fuerzas y el vigor para poder aceptar y cumplir la voluntad del Padre. Que la muerte, vivida desde el amor y la esperanza encienda la luz de la fe y nos dé a todos el coraje necesario para seguir caminando en esta vida terrenal que un día se acabará definitivamente en el dintel de las puertas de la vida eterna…

A la orilla del mar de la vida se acerca inquieto el temporal de la muerte. Sin menoscabo de los gozos y las tristezas terrenales, esperamos que brille aquella claridad deseada para experimentar la bonanza de la eternidad, superados los nubarrones densos y oscuros de la noche profunda.

Llegada la hora del misterio en la puerta de este misterio trascendental, superados los estorbos superficiales y el bagaje pesado -desde la creencia cristiana- todo quedará transformado en aurora luminosa -el goce eterno- de una nueva vida perdurable.

La nave anclada en el oleaje voluble del tiempo se balancea en el mar de la vida hasta que la muerte rompe las cuerdas del amarre en el momento incierto de la muerte, pero la confianza puesta en el Señor la conduce segura hacia el poniente dulce para recibir el premio por la lucha y la preocupación de las cosas de todos los días, por el servicio y el trabajo constantes, por la voluntad y la estima puestas en cada cosa y en cada persona.

El decorado espléndido del otoño, con el deleite de su colores y la embriaguez de sus perfumes -tierra húmeda de bosque-, bien preparado por la primavera y el verano, nos conduce hacia el invierno frágil que no nos permite esconder la consideración irónica y controvertida de la finitud de las cosas de esta vida mortal que navega, entre olas gigantes, hacia una nueva y deseada playa de cielo sereno, lejano y próximo a la vez: la eternidad esperada, aquel nuevo estado no definido, indescriptible, inimaginable i maravilloso, pero oteado sólo a través de los ojos de la fe, la esperanza y el amor cristianos.

¡Cuántas veces hemos de marcar cruces rojas de dolor en nuestro calendario anual y despedir personas muy queridas que, lejana ya su presencia entre nosotros, nos une a ellas los lazos fuertes y entrañables de las vivencias espirituales…!

Un recuerdo para todas estas personas familiares y amigas que han hecho camino entre nosotros, codo a codo, con la esperanza que el paso de los días nosotros también podamos contemplar el nuevo paisaje con más claridad, sin nieblas, vientos o tempestades, a la espera que nos acoja suavemente, ni que sea una sombra tenue de la fruición con que ellas gozan de la eternidad después de haber transitado por entre las estaciones cíclicas de la naturaleza.

Desde las manifestaciones del arte románico, bajo las bóvedas góticas, entre los artilugios barrocos, la simplicidad neoclásica y hasta nuestros días la literatura e iconografía cristiana se ha hecho eco de aquellos conceptos que, traducidos en creencias, han magnificado las postrimerías de la condición humana después de la muerte, poniendo en primer término la simbólica y curiosa imagen de una trompeta que, en el despertar de la humanidad, -delante de un Dios rex tremendae majestatis– dicta sentencia en un terrible juicio final separando por toda una eternidad los elegidos de los condenados. Un himno -el Dies irae, dies illa– que hasta la revisión del misal romano de 1970 fue vigente en el rito de difuntos, a pesar que esta composición medieval de dieciséis estrofas aterradoras haya sido musicada con el suave y delicado ritmo gregoriano o orquestado mediante partituras -a cual más brillante- pero sin poder obviar los Requiems de W.A. Mozart, M. HaydnJ. Verdi y otros.

Sin embargo, cabe recoger el eco de otras melodías, también con sones de trompeta y otros instrumentos musicales, que cantautores de la tierra han compuesto con la alegría y la esperanza de la muerte cierta, pero confiada a las manos del alfarero que alentó la vida:

Anirem tots cap al Cel…! / Que toquin les trompetes! / Anirem tots cap al Cel / amb les mans ben netes! / No ens caldrà portar bastó, / ni sandàlies, ni sarró. / Tu, que estàs tan cansat, / tot d’un plegat / trobaràs que has volat. / Sonarà per tot el món / el so dolç d’un vibràfon. / Quan toquem els estels, anirem tot cap al Cel…! / Anirem tots cap al Cel…! / Que toquin les trompetes! / Anirem tots cap al Cel / amb les mans ben netes!

Y, como no podía ser de otra manera, en el año 2008 y en el Encuentro anual de compañeros de curso celebrado en la cumbre del Tibidabo, tuvimos la ocasión de recordar y conmemorar la muerte de nuestro Fernando García Adrián, así como también a aquellos compañeros difuntos y de los que en este lugar y momento tengo conocimiento y los menciono por cuanto eligieron formar una familia y descansan para siempre en el sueño de la paz:

  • Alberto Serrano
  • Aurelio Jiménez
  • Felipe Martínez
  • Ángel Maria Ciriza
  • Antonio Doménech
  • Jesús Laborda
  • Jesús Elías
  • José Gabriel Sola
  • Jesús Elías
  • Silverio Laquidain
  • Xavier Olivella
  • Juan Antonio Arana
  • Dimas Pérez

Del Encuentro de Compañeros de Curso -año 2008-, realizado en el Templo del Tibidabo tengo la satisfacción de recuperar el Powerpoint que se elaboró ante la primera muerte conocida de compañeros. Cabe pulsar el nombre…

FERNANDO GARCÍA ADRIÁN

…coloreado de azul. Inmediatamente bajará la aplicación informática anunciada y comprimida en el lugar establecido para poder abrirla con todo el esplendor de su contenido. Sea este proceso indicado el homenaje que, desde mis páginas Weblog, dedico a cuantos compañeros/amigos han experimentado ya, rotos los amarres del espacio y del tiempo, el misterio más profundo de la vida, como es la muerte.

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