30 abril, 2024

EN LA MORT DE BENET XVI: BIOGRAFIA – ENTRE JOSEPH RATZINGER I HANS KÜNG – VALORACIONS

 

 

 

«Una Iglesia redimensionada, con menos seguidores, obligada incluso a abandonar buena parte de los lugares de culto que ha construido a lo largo de los siglos. Una Iglesia católica de minoría, poco influyente en las decisiones políticas, socialmente irrelevante, humillada y obligada a «volver a empezar desde los orígenes…

…Pero también una Iglesia que, a través de esta enorme sacudida, se reencontrará a sí misma y renacerá «simplificada y más espiritual».

Es la profecía sobre el futuro del cristianismo que pronunció hace 40 años un joven teólogo bávaro, Joseph Ratzinger. Redescubrirla en estos momentos tal vez ayuda a ofrecer otra clave de interpretación para descifrar la renuncia de Benedicto XVI, porque coloca el sorprendente gesto de Joseph Ratzinger en su lectura de la historia.

La profecía cerró un ciclo de lecciones radiofónicas que el entonces profesor de teología pronunció en 1969, en un momento decisivo de su vida y de la vida de la Iglesia. Eran los años turbulentos de:

Joseph Ratzinger, uno de los protagonistas del Concilio, acababa de dejar la turbulenta Universidad de Tubinga y se había refugiado en la Universidad de Ratisbona, un poco más serena.

Como teólogo, Joseph Ratzinger, estaba aislado, después de haberse alejado de las interpretaciones del Concilio Vaticano II  por parte  de sus amigos “progres” Hans Küng, Edward Schillebeeckx y Karl Rahner.

En ese periodo se fueron consolidando nuevas amistades con los teólogos Hans Urs von Balthasar y Henri de Lubac, con quienes habría fundado la revista “Communio”, que se habría convertido en el espacio para algunos jóvenes sacerdotes “ratzingerianos” que hoy son cardenales, todos ellos indicados como posibles sucesores de Benedicto XVI:

No fue así, puesto que a la renuncia de Benedicto XVI, fue elegido Giorgio Bergoglio, papa con el nombre de Francisco.

Era el complejo 1969 y el futuro Papa, en cinco discursos radiofónicos poco conocidos (y que la Ignatius Press publicó hace tiempo en el volumen “Faith and the Future”), expuso su visión sobre el futuro del hombre y de la Iglesia. La última lección, que fue leída el día de Navidad ante los micrófonos de la Hessian Rundfunk, tenía todo el tenor de una profecía.

Joseph Ratzinger dijo que estaba convencido de que la Iglesia estaba viviendo una época parecida a la que vivió después de la Ilustración y de la Revolución francesa:

«Nos encontramos en un enorme punto de cambio –explicaba– en la evolución del género humano. Un momento con respecto al cual el paso de la Edad Media a los tiempos modernos parece casi insignificante».

El profesor Joseph Ratzinger comparaba la época actual con la del Papa Pío VI, raptado por las tropas de la República francesa y muerto en prisión en 1799. En esa época, la Iglesia se encontró frente a frente con una fuerza que pretendía cancelarla para siempre.

Una situación parecida, explicaba, podría vivir la Iglesia de hoy, golpeada, según Joseph Ratzinger, por la tentación de reducir a los sacerdotes a meros «asistentes sociales» y la propia obra a mera presencia política:

«De la crisis actual –afirmaba– surgirá una Iglesia que habrá perdido mucho. Será más pequeña y tendrá que volver a empezar más o menos desde el inicio. Ya no será capaz de habitar los edificios que construyó en tiempos de prosperidad. Con la disminución de sus fieles, también perderá gran parte de los privilegios sociales».

Pero volverá a empezar con pequeños grupos, con movimientos y gracias a una minoría que volverá a la fe como centro de la experiencia:

«Será una Iglesia más espiritual, que no suscribirá un mandato político coqueteando ya con la Izquierda, ya con la Derecha. Será pobre y se convertirá en la Iglesia de los indigentes».

Lo que Joseph Ratzinger exponía era:

«Un largo proceso, pero cuando pase todo el trabajo, surgirá un gran poder de una Iglesia más espiritual y simplificada». Entonces, los hombres descubrirán que viven en un mundo de «indescribible soledad, y cuando se den cuenta de que perdieron de vista a Dios, advertirán el horror de su pobreza».

«Entonces, y solo entonces -concluía Ratzinger-, verán a ese pequeño rebaño de creyentes como algo completamente nuevo: lo descubrirán como una esperanza para sí mismos, la respuesta que siempre habían buscado en secreto».

Joseph RatzingerJoseph Ratzinger ha sido una de las mentes más lúcidas que ha dado el siglo XX. Ha sido el 265 Papa de la Iglesia Católica bajo el nombre de Benedicto XVI, prefecto de la importante Congregación de la Doctrina de la Fe durante 24 años, decano del Colegio cardenalicio y anteriormente arzobispo de Múnich, cátedra a la que llegó siendo un simple sacerdote. Y ante todo ha sido y es un gran teólogo, uno de los grandes, lo que le ha permitido dejar una impresionante obra a sus espaldas, siendo además uno de los más jóvenes participantes en el Concilio Vaticano II.

Ahora que descansa, y en donde ha fallecido, tras los muros del convento-monasterio Mater Eclessiae en una vida de oración y de estudio y la perspectiva permite una visión más relajada, se van conociendo más datos de la vida del Papa emérito. Y éstos muestran el gran discernimiento que ha tenido para leer los signos de los tiempos y cómo afectarían a la sociedad actual en general y a la Iglesia Católica en particular.

Las conferencias radiofónicas, anteriormente citadas, fueron recogidas más tarde en un libro que en español se ha reeditado como Fe y futuro.

Precisamente en el quinto punto de este libro el joven teólogo alemán reflexionaba sobre con qué aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000. Más de cuarenta años después, este pensamiento de Joseph Ratzinger se manifiesta como de gran actualidad y lo que eran unos pensamientos razonados con el tiempo se han convertido en una especie de profecías, pues detectó de manera casi exacta lo que ha ocurrido en la Iglesia hasta hoy. Sus charlas radiofónicas se produjeron en uno de los momentos de mayor inestabilidad de la historia contemporánea: 

Mientras tanto, en la Iglesia se vivían los confusos años del postconcilio y los problemas que surgieron en todo el mundo en su interpretación.

Por todo ello, estas reflexiones se convierten más que nunca en unas profecías que permiten entender de manera aún más clara a Benedicto XVI, su lucha contra el relativismo y apuesta fiel por el diálogo entre fe y razón.

Joseph Ratzinger, al que le faltaban aún varios años para ser obispo, aclaraba que:

«Un teólogo no es un adivino y tampoco un futurólogo y explicaba que su oficio establece lo que es calculable, y tiene que dejar pendiente lo que no es calculable…» 

Y, tras analizar el ayer y el hoy, reflexionaba sobre ese mañana que aparecía en el horizonte con el tercer milenio:

«El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual»», afirmaba el joven sacerdote alemán.

En ese contexto alertaba de lo que pasaría años más tarde y que acabó convirtiéndose en uno de los mayores problemas internos de la propia Iglesia:

«El sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia», auguraba el años más tarde Papa.

Sobre la presencia de la institución en el mundo agregaba que:

«De la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad».

Tal y como luego se ha demostrado años más tarde en Occidente, Joseph Ratzinger afirma que la Iglesia:

«Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión».

Es decir, una Iglesia en la que los fieles lo serían por plena elección y donde en muchas ocasiones supusiese ir contracorriente.

De este modo, añade que:

«El proceso será largo y doloroso.La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica.  El proceso de cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños»

Sin embargo, a continuación resaltaba que:

«Tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado». Y, en su opinión, «experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo».

Y así, concluye el Joseph Ratzinger de 1969: 

«Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da la vida y esperanza más allá de la muerte».

 

Benedicto XVI (en latínBenedictus PP. XVI), de nombre secular Joseph Aloisius Ratzinger (MarktlBavieraAlemania16 de abril de 1927Ciudad del Vaticano31 de diciembre de 2022)1 fue el 265.º papa de la Iglesia católica2 y el séptimo soberano de la Ciudad del Vaticano, desde el 19 de abril de 2005 hasta su renuncia el 28 de febrero de 2013.

Comenzó a ser conocido en su competencia intelectual:

Como cardenal de la Iglesia, estuvo presente en tres cónclaves:

El 28 de febrero de 2013, renunció al papado asumiendo el título de papa emérito, con la intención de dedicarse a la oración y al retiro espiritual.4 Su renuncia fue anunciada por él mismo el 11 de febrero de 2013, y supuso una decisión excepcional en la historia de la Iglesia,5 ya que, si bien el sumo pontífice más próximo que renunció al papado fue Gregorio XII (1415), el precedente de Celestino V (1294) es el único del que puede asegurarse que fue de forma libre y voluntaria.6

Tras su renuncia, se celebró el cónclave del que resultó elegido el cardenal Jorge Mario Bergoglioarzobispo de Buenos Aires, como romano pontífice, que tomó el nombre de Francisco.

Hablaba diez idiomas,7 de los que dominó por lo menos seis: alemánitalianofrancéslatíninglés y español. Además, leía el griego antiguo y el hebreo. Fue miembro de varias academias científicas de Europa y recibió ocho doctorados honoris causa de diferentes universidades, así como numerosos premios y distinciones a lo largo de su vida.

Fue un experto pianista y su compositor favorito era Mozart. Fue el sexto4 papa alemán desde Víctor II y el más longevo de la historia.5 La revista Time llegó a incluirlo en la lista de las cien personas más influyentes del mundo.

Falleció la mañana del 31 de diciembre de 2022, a los 95 años de edad, en el monasterio Mater Ecclesiae, situado en la Ciudad del Vaticano, del que había hecho su residencia tras su renuncia al papado.9 Su funeral tuvo lugar el 5 de enero de 2023 en la plaza de San Pedro, tras el cual fue enterrado en las grutas vaticanas.

[Para saber más del relato textual, cabe pulsar la palabra o enunciado coloreado de azul]

1.13.  RELACIÓN ENTRE HANS KÜNG Y JOSEPH A. RATZINGER, DOS AMIGOS CONTRAPUESTOS

 

13.1.  HANS KÜNG

Hans Küng, nació a SurseeLucernaSuiza el 19.o3.1928 i murió a TubingaBaden-WurtembergAlemania el 06.04. Fue un sacerdote católicoteólogo y escritor suizo. Desde 1995 hasta 2013 fue presidente de la Fundación por una Ética Mundial (Stiftung Weltethos). Küng fue «un sacerdote católico en activo».​ Famoso por su postura contra la infalibilidad papal. Profesor emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga desde 1996. A pesar de no tener permiso de la Santa Sede para enseñar teología católica, ni su obispo ni la Santa Sede han revocado sus facultades sacerdotales.

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14. ARTICLE DE RAMON ALCOBERRO A LA REVISTA «EL TEMPS»

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